martes, 22 de septiembre de 2015

Del tipómetro al teclado

NO os recomiendo enormemente leer este post: Del tipómetro al teclado, escrito por mí misma para un ejercicio de mi postgrado en Inbound Marketing. No os lo recomiendo, pero me viene muy bien enlazarlo desde aquí ;)

viernes, 30 de noviembre de 2012

Love Of Lesbian: Una orgía de sentimientos



Dicen en una de sus canciones que lo importante no es tener principios, si no tener finales. Y lo firman. No recuerdo con qué canción comenzó el concierto de ayer de Love Of Lesbian en la Riviera pero el final se me ha quedado grabado por apoteósico, frenético, brillante, memorable. Ya anunciaron al poco de arrancar que habían decidido dar únicamente un concierto (aunque hubieran podido llenar varios días) para que fuera especial, para que, los que acudimos, pudiéramos decir aquello de “yo estuve allí”.

Pusieron empeño en ello y, en mi opinión, lo consiguieron. Fueron desgranando su último disco, La noche eterna / Los días no vividos durante dos horas y media, un tiempo nada desdeñable, sobre todo teniendo en cuenta que el día anterior los Black Keys habían dejado a sus fans con un amargo sabor de boca al retirarse antes de cumplir la hora y media de rigor en el Palacio de los Deportes.

Los lesbianos no, se lo estaban pasando como enanos sobre el escenario y no parecía que tuvieran ninguna gana de irse de allí. Fueron encadenando la mayoría de las canciones de ese último trabajo, que desgrana en dos caras las noches eternas de desenfreno y sus días grises de resaca y soledad, con algunos de los grandes temas de los anteriores discos (Domingo Astromántico, Allí donde solíamos gritar). Y allá por el ecuador del recital, sacaron a relucir su repertorio más cañero. Con Algunas plantas, Los pizzigatos, Club defans de John Boy  y Si yo digo Ben, tú dices Affleck (Oscar al baile que se marca en este tema San Balmes) el público ya estaba desatado, yo pocas veces había visto vibrar así la Riviera, y cuando llegó Toros en la Wii explosionó esa fantástica “orgía de sentimientos” que el cantante, Santi, había usado previamente para definir el ambiente.

Y es que los asistentes eran popies ya talluditos, entrenados en esto de los conciertos y con grandes dotes de memoria, o muchas horas de entrenamiento, porque saberse de pe a pá las letras surrealistas de LOL no resulta nada fácil. Debía notarse desde arriba esa entrega porque Balmes, el “marqués de la inmoralidad” les aduló alegando que, como buen público madrileño, tenían “el equilibrio perfecto entre pasión y respeto”.  Tanto que nadie dudó en cantarle el cumpleaños feliz cuando otro de los músicos lo solicitó.
Parecía que ésa era ya la brocha de oro para una noche eterna pero después aún sonaron más temazos como El hambre invisible, en la que se encargó de la batería el ganador del concurso que había organizado la banda.

Oniria e imsomnia, el verdadero final que llevaban casi 20 minutos anunciando, dejó al respetable con un gran sabor de boca, gargantas cascadas y piernas ya doloridas de tanto baile. Quien pensara (como yo misma) que LOL es un grupo para escuchar de tranquis, debe ir cambiando esa idea.
Salí encantada y no me quito esa última canción de la cabeza desde anoche pero hubiera agradecido un guiño a las cercanas fechas navideñas y que, por una vez, el Cuñado Fernando saltara al repertorio. Nunca he oído un villancico tan divertido. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Curiosidades isandesas


Está bien ver lugares distintos a los que uno habita porque esto ayuda a valorar más las cosas buenas que se tienen en casa y a ser consciente de lo que se puede mejorar.

Yo ya sabía que Reijkiavik sería distinto a mi Madrid natal y aunque mi llegada aquí no fue muy feliz, hay algunas cosas bastante curiosas que hacen esta ciudad divertida o al menos entretenida. Para uno o dos días, tampoco hay que exagerar.

Los islandeses, como su propio nombre indica (aunque no venga de “isla” ellos viven aislados), son muy suyos. Más europeos que otra cosa, no abandonan su pasado vikingo y se esfuerzan por reforzar una extraña identidad que para el extranjero es atractiva por lo peculiar.

Tienen sus cosillas, como todos. Por ejemplo, en su gran afición por las piscinas termales (cuyo agua ardiendo obtienen directamente del subsuelo y es la misma que calienta sus casas) le obligan a uno a ducharse desnudo antes de entrar a la piscina. Completamente desnudo, no vale hacerlo en bikini o bañador, y hay unos guardianes que vigilan que nadie cometa el sacrilegio de entrar en una piscina sin haber se frotado antes todos los recovecos antes su cuerpo serrano. Es bastante humillante, sinceramente.

En estos lugares de agua a 44 grados centígrados (difícil de soportar hasta para mí que adoro el agua muy caliente) huele realmente raro. También en las cocinas y baños de las casas, porque el agua islandesa viene del subsuelo, como ya he dicho, y es rica en sulfatos que le dan un potente olor a… pedo. No encuentro otro ejemplo mejor para que podáis haceros una idea. Ah bueno, quizá el olor de los huevos podridos se acerca bastante a este también.

En Reijkiavik (que es enano) hay más de 100 piscinas, muchas de ellas al aire libre, y hacen las delicias de los habitantes de esta ciudad que se pasan la tarde charlando en remojo. Tienen, creo, hasta una playa de agua caliente a las afueras de la ciudad. Lo que no sé es si para usarla habrá que ducharse desnudo antes.

Otra cosa que llama la atención en Reijkiavik son las franquicias que todos estamos más que acostumbrados a consumir. Por su ausencia. Islandia debe ser de los pocos países del mundo en el que no existen ni el McDonals, ni KFC, ni Starbucks, ni Zara, ni nada parecido. Sólo marcas locales. Eso sí, tienen yonkilatas de Coca-Cola…

Otra cosa que no hay por aquí son árboles. Lo más cercano a vegetación que tienen son explanadas de hierba. Un país sin árboles de ningún tipo no puede ser, desde luego, un país normal. Quizá por ese motivo, o viceversa, hace tantísimo viento en Reijkiavik. Dicen que aquí nadie tiene paraguas porque llueve en horizontal. Doy fe, ha sido inútil cargar con el mío desde España…

Los islandeses son taaan civilizados y confiados que ni siquiera cierran sus casas con llave. (Sé de más de uno que no pódría soportar sólo en pensarlo). Aquí el índice de delincuencia es mínimo y en realidad lo poco que hay es por culpa de los extranjeros. Así que la policía ni siquiera lleva pistola encima... Uno de sus cometidos principales es peinar las calles de la capital en las gélidas noches de los fines de semana recogiendo a los borrachos. Digo recogiendo, y digo bien, porque no se les detiene ni multa (aquí es legal beber en la calle). Los agentes se limitan a llevarles al calabozo para que duerman la mona allí y no mueran de frío en la calle.

Es extraña la tendencia que tienen estos islandeses al bebercio (hay un índice tremendamente alto de alcoholismo) teniendo en cuenta que aquí el alcohol es realmente caro y difícil de conseguir. Para comprarlo no basta con acercarse al súper, hay que encontrar una tienda especializada o con licencia, una licorería, vaya.

Ahora que lo pienso quizá es por esto de su afición al alcohol que la mayoría de los islandeses (niños y adultos) sigue creyendo en las hadas y los duenes. En serio.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Bob Marley: del gueto a estrella del tercer mundo



El primer recuerdo que tengo de Bob Marley es en la antigua habitación de mi hermana siendo yo (imagino) una adolescente. Ella escuchaba ‘Buffalo Soldier’ y me explicó que hablaba de “soldados robados de África y traídos hasta América”. Me llamó mucho la atención que una música tan fresca, un ritmo tan agradable, un sonido tan veraniego hablara de algo tan duro como la esclavitud.


Desde entonces puedo recordar miles de momentos en los que la música del ‘profeta’ jamaicano ha puesto banda sonora a mi vida. En mi última etapa bonaerense era una constante, muy acorde con la gente que me rodeaba y la vida que llevaba.

Pero no sólo ha puesto música en la vida de mucha gente. También ha sido un ejemplo, un mito, un icono. Dicen, de hecho, que es el tercer icono universal después de Jesucristo y del Che. El caso es que en su día, rompió las reglas. Era un músico mulato criado en Trechtown, uno de los guetos de Kingston, Jamaica, que pregonaba la paz y el amor universales y que abogaba por el fin de las opresiones. Una filosofía cuanto menos curiosa teniendo en cuenta cómo maltrataba a su mujer, Rita Marley…

Predicaba la religión rastafari (que aúna profecías bíblicas, filosofía naturista y nacionalismo negro) y veía en Haile Selasiee un modelo a seguir, aunque algunos de sus preceptos (como el de no recortar el vello de la cara) no los asumía. Sí que era vegetariano y no bebía alcohol ni fumaba tabaco, como mandaba el rastafarismo.

Lo que sí fumaba, en cantidades ingentes, era marihuana, una costumbre que le ha llevado a convertirse en símbolo de esa hierba (y del hachís) desvirtuando completamente el sentido (litúrgico) que él le daba a la ganja. Ahora cualquier niñato que presuma de fumarse porros como trompetas lleva una chapa de Marley en la cazadora sin tener ni idea (seguramente) de la religión, la profundidad y la ideología que se esconde detrás de esa chapa roja, verde y amarilla. Esa, por cierto, ni siquiera es la bandera de Jamaica, si no la de Etiopía, sancta sanctorum de los rastafaris.

Hoy hace 30 años que la primera estrella mediática del Tercer Mundo moría en Miami. Tras ser tratado por la metástasis de su cáncer en Alemania había decidido regresar a Jamaica para pasar allí sus últimos días, pero la muerte se le adelantó y le pilló haciendo escala en Estados Unidos.

Muchos escriben hoy que “aquel día murió el hombre y nació la leyenda”. Es una frase bonita, pero en mi opinión la leyenda se había forjado antes, cuando un hombre negro llenaba los estadios de los cinco continentes, cuando su voz contagiaba a los oprimidos y calentaba los corazones de los colonizados, cuando sus guitarras y sus bongós provocaban que millones de personas se pusieran en marcha.

‘No woman no cry’, ‘I shoot the sheriff’, ‘Could you be loved’, ‘Exodus’, y mi favorita, ‘Redemption song’, son ya patrimonio de la humanidad y sus sensuales notas se escapan, todavía, desde las ventanas de Nepal, San Francisco, Soweto o Sidney. Y esperemos que sea así por mucho tiempo más. Desde luego en los sonidos que escapan de mi cuarto, y del de mi hermana, siempre tendrán un puesto honorífico.

Os dejo el link de un documental muy interesante de TVE sobre el rey del reggae