viernes, 30 de noviembre de 2007

Todo duele

Tengo la cara como una plaza de toros gracias a mi ex-muela del juicio, que ahora, supongo, descansa por fin en la basura. No puedo mover la boca con facilidad y me duele reirme por eso mismo. Tampoco masticar cosas duras, por supuesto, ni beber nada muy frío o muy caliente.
Pero además me duele la garganta, estoy en ese momento en el que sé que me voy a poner mucho peor pero ya no puedo hacer nada para evitarlo. Me duele el dedo porque ayer me hice un corte pelando una cebolla, en ese punto del dedo índice que, sin saberlo, utilizamos para toda actividad cotidiana, para lo más nimio, cuando duele es cuando se da cuenta uno.
Aparte de la nariz taponada y ya irritada a pesar de utilizar kleenex ultra-suaves, ahora me duele también la tripa, puede que sea por las tres pastillas o alguno de los dos líquidos medicinales que ingiero con cada comida.
Y aún hay más, la semana que viene me quitan otra muela del juicio, me espera una endodoncia y un tratamiento hormonal antes de irme...., y la gripe que siento apoderándose de mi débil cuerpo sin poder evitarlo.
Estoy hecha un asquito la verdad, pero el ánimo no me abandona. Esta noche pondré en práctica el mejor remedio, recetado por la doctora Moril y famoso en el mundo entero por su gran eficacia contra catarros crónicos y dolores molestos: una noche de juerga. Que no falten las copas, ni el baile ni las risas porque si no no hace efecto, y debe aplicarse al menos durante tres o cuatro horas seguidas. Mañana estaré fresca como una lechuga, y si no es así, volveré a luchar contra las bacterias invasoras a base de ron.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Gracias

Gracias, Bixa, por tu voz queda -aunque a veces me ponga nerviosa- y por estar siempre atenta a los detalles.

Gracias, Laura, por tu risa y por conseguir que el tiempo sin vernos no cuente.

Gracias, Ana, por estar siempre, siempre, siempre, dispuesta y no fallarme nunca.

Gracias, Alberto, por ser tan cariñoso, por tus abrazos, por tu calor.

Gracias, Edu, por no decir nunca que no, por darte cuenta de que no era mi búho y volver a por mí.

Gracias a todos por reir conmigo, por hacerme reir, por acudir cuando os llamo, por formar parte de mi vida.

Os quiero.

jueves, 22 de noviembre de 2007

El desarraigo


Me sorprende cuando la gente acepta ilusionada nuevos destinos lejos, lejísimos de su vida. Por amor, por trabajo, por querer escapar de algo... Y parece que no se acuerdan de lo que dejan atrás. Y les resulta taaaan fácil el desarraigo. Me parece tan admirable como reprochable.

Creo que mi profesión no está pensada para gente como yo, apegada a su gente, a su ciudad, a sus costumbres, a sus lugares. De momento marcho por un año pero es muy probable que mi vida periodística me lleve lejos muchas veces a lo largo de los años. Y, aunque cueste volver a dejar Madrid y la familia, puede que sea capaz de hacerme una vida a medida en otros lugares. Lo malo es que esos también tendré que abandonarlos después de un tiempo, y volver a arrancar las raíces que tanto me va a costar echar. Y volver, con infinita paciencia, a echar otras nuevas. A hacerme una casita, un grupo de amigos, un mapa en los pies que reconozcan las calles de un nuevo barrio. Y cuando todo esto esté hecho y vea ya con nostalgia pero sin lágrimas mis "otras vidas", volver a hacer las maletas, coger un avión, y despedirme de todo para dar la bienvenida a un nuevo trabajo en una nueva vida.
No creo que me resulte difícil apegarme a gente de cualquier lugar y cogerles cariño, pero seguramente me será imposible no echar de menos a todos los que haya dejado atrás. ¿Y cuánto aguantará mi inclinación a la melancolía si voy sumando a gente a la que echar de menos?
Y esto lo pienso ahora que soy joven, y que mis únicos lazos son mi familia y mis amigos. No es poco para mí, pero es cierto que unos padres deben comprender que sus retoños echen a volar y los amigos, aunque les duela, deben dejarnos libres para perseguir nuestro destino. Pero, ¿cómo será esto si algún día tengo mi propia familia? Si me cuesta dejar a mis padres, ¿seré capaz de dejar a mis hijos? ¿Y si tengo un marido? ¿Podré tener una vida independiente de la suya persiguiendo mis noticias? ¿Ellos lo tolerarían? ¿Y hasta cuándo?
Por lo que veo últimamente la mayoría de los periodistas han vivido en cuatro, cinco o seis ciudades durante varios años. Y muchas tan distantes como la Habana, Washington, o Pekín -siendo, además, de Madrid-. Éste en concreto arrastraba a su familia con él, lo cual obviamente facilita las cosas, pero aún así dejaba a sus padres y amigos de juventud en Madrid. Y dejaba, en cada ciudad en la que vivía, amigos inolvidables. Mi doloroso y seguramente exagerado sentimiento de arraigo no sé si podría con todo eso.
Es duro decirlo, pero ojalá aprenda a echar de menos a la gente sin tintes de melancolía, sin sentir pinchazos por su lejanía, sin sentimiento de culpa por haberlos abandonado. Creo que me va a hacer falta en la vida que me espera y me va a facilitar mucho el hacer las maletas, pero ahora mismo no me veo capaz. En realidad es un lastre y el año que viene será la oportunidad perfecta para aprender a controlarlo.
Eso no significa que os vaya a olvidar, pero no creo que vosotros queráis que os recuerde con dolor, sino con cariño. O eso espero.

Bueno últimamente estoy un poco rara porque el tiempo se me echa encima y empiezo a ver muy cerquita un avión de Air Europa esperándome en Barajas. Y la llegada del frío, los árboles de navidad, las luces por las calles, y los anuncios en la tele no me ayudan. Creo que es la primera vez en la vida que no me apetece nada que lleguen las navidades. Y la primera vez que llevo un año esperando un viaje que, cuanto más se acerca, menos me quiero ir.
Se me pasará, no lo dudéis.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Willy Fog

Ahora mismo dentro de mi correo hay cuatro flamantes billetes de avión esperándome. 23 horas y media de vuelo y más de 12.600 kilómetros recorridos en el aire en dos meses escasos. Cuatro viajes totalmente distintos pero todos apetecibles.

Para empezar, mañana a estas horas estaré en Marrakech, para volver a ver sus murallas, visitar sus palacios, pasear por la plaza de Djemma El-Fná y hartarme de zumo de naranja en uno de sus muchísimos puestos, curiosear en el bazar -y querer comprarlo todo-, y evocar la Habana con ese olor de gasoil de coche viejo que hermana a las dos ciudades (y seguramente a muchas otras que aún no conozco).

La semana que viene le toca el turno a Barcelona. Aunque será una visita corta, quiero volver a saludar a la Sagrada Familia, a ver cuánto han avanzado las obras desde la última vez que estuve (imperceptible, seguro), y patear Rambla p`aki, rambla p`allá, como dice Manu Chao. Y ver al Súper, of course.

Con el frío de diciembre y las luces de navidad encendidas, aterrizaré en París para recordar mi viaje de fin de curso de bachillerato y mi interrail y conocer la ciudad de otra manera. Volver a ver Notre-Damê y el Sacre-Coeur de noche será todo un placer. Detenerme a ver pasar la vida parisina al ritmo que marcan las aguas del Sena..., conmovedor. Visitar de nuevo Shakespeare&Co., la famosa librería de Sylvia Beach e imaginar a Hemingway, a Joyce, y a la mayoría de componentes de la Generación Perdida delirando entre sus paredes por los efectos de la absenta. .., pelín friki, de acuerdo.

Y el último billete es, de momento, sólo de ida. Será el viaje más largo y además el único destino virgen para mí. Será un viaje que separe mi vida aquí y ahora de mi otra vida allá y el año que viene. Será un viaje triste y alegre, iré envalentonada y con miedo, llegaré excitada y agotada, permaneceré, seguro, deseando quedarme pero también volver.

En fin, no es que quiera daros envidia, pero me resulta emocionante abrir mi bandeja de entrada y verla cargadita de pasajes a grandes días y noches, con olor a especias morunas y gasolina rancia, con sabor a pantumaca, olor y sabor a vino y rosas, y a mate y dulce de leche. Grabar a fuego en mis oídos los sonidos de la llamada al rezo desde los minaretes, del lejanísimo murmullo del mar y el eco de los pasos de Gaudí, de los violines tocando la Vie en rose en la plaza de los pintores y, por supuesto, del Tango.
Todo un mundo esperándome dentro de Hotmail.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Yo me voy pa`l sur


Qué gustito da escaparse, aunque sean tres días, que dan para mucho, al sur. El sol, un bañito en el mar en noviembre, la arena de la playa, la tranquilidad de un pueblecito de pescadores prácticamente deshabitado en esta época, una compañía agradable, reencontrarse con gente querida, ver extensiones verdes sin construcciones y la amplitud del mar mientras se desayuna sin prisa.

Los de Canteca saben de lo que hablo...


Estoy cansao de caminar,

Entre todo el humo de los coches

Y que al salir por la noche

En la calle no me dejen estar.

Yo estoy cansá de este color

Que tanto gris me quita la alegría

Yo quiero las paredes blancas

De las casitas de Andalucía

Me han hablado de un lugar donde la vida es mas tranquila

Donde el tiempo va más despacio

Y donde se hace mu buen gazpacho

Y me voy a ir

Al menos un tiempito

A ver si derrite mi pena el calor

De su solecito

Pal’sur…yo me voy pal sur,pal sur, pal sur, pal sur...

(...)

Cuanto falta cuanto falta

Pa’llegar, pa’llegar a la costa

Que mas me tosta

A las tapas baratas

Las calas más guapas

A gente con menos ropa

Y al llegar una cañita bien tirá

Con mi tapa de gratis por Soleá

(...)

Y al caer la noche, ya no hay luz en el horizonte

Brillan las estrellas y me apetece cantar con ellas


Y huir durante tres días de la vida madrileña que, aunque me gusta mucho, no deja respirar.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Crueldad intolerable


Si yo fuera una persona normal y tuviera a mi cargo a una dulce becaria, no me costaría mucho hacerle la vida más fácil. Si son las ocho y media y sé positivamente que no le voy a mandar más trabajo hasta que se tenga que ir, a las nueve, estaría encantado de poder decirle "anda, vete a casa ya".

Pero hay jefes despiadados que, aunque te vean sufriendo y mirándoles con ojitos de cordero desde detrás de la pantalla del ordenador, aburrida como una mona, no dan su brazo a torcer. Doy fé. Ahí te pudras, cumple tu horario laboral hasta el último segundo. Como yo no me puedo ir, tú tampoco.


A mí no me importa salir a las nueve de la noche, pero si estoy haciendo algo de provecho. Me duele perder el tiempo de forma tan absurda, navegando como tonta en internet o escribiendo un blog que sólo leen mis dos fieles amigas Ana y Bea y el pobre Garcis (por compromiso más que nada, me temo...). Los minutos se hacen eternos cuando ya son las ocho y sabes que aún queda una hora por delante sin nada que hacer -porque a esas horas una ya se ha leído todos los periódicos, ya ha bajado a fumar y a tomar café, ya ha revisado el correo tropemil veces...- y clamas al cielo rogando que a algún alma caritativa se le ocurra soltarte.

Podría hacer taantas cosas a estas horas..., empezando por compatibilizar mi tiempo con el de mis amigas y poder verlas de vez en cuando para tomar unas cañas, por ejemplo.

Ays....

lunes, 5 de noviembre de 2007

Arrieritos somos...



Resulta emocionante y a la vez extraño reencontrarse con antiguos amigos fuera del contexto en el que convivimos con ellos. Ya no vamos a volver a la facultad ninguno de los que estuvimos por allí los últimos cinco años y si queremos seguir en contacto tendremos que construir una nueva amistad fuera de las aulas y de los bancos del patio. Ni siquiera la cafetería, donde compartimos menús, cafés, partidas de cartas, cervezas e incluso sidra y copas varias veces, nos sirve ya. Porque, aunque hagamos el esfuerzo de volver allí, nada será lo mismo sin las carpetas repletas de apuntes que hay que fotocopiar a última hora , nuestros profesores, la urgencia de tener que subir a clase o la calmada decisión de fumárnosla y seguir una hora más vagueando entre cafés.

Ahora cada uno tenemos una vida distinta que, para más inri, se desarrolla en ciudades tan distantes como Cophenage, Dublín, Oviedo, Santiago, Salamanca, Pamplona, Málaga, Barcelona....

Pero incluso los que aún seguimos en Madrid no hemos sido capaces de mantener un contacto regular, tal y como nos prometimos hasta la saciedad el día de nuestra graduación.

Aún así, sigo alegrándome cuando sé que uno está en la SER, que el otro sigue en Tele5 o que al de más allá le hacen indefinido en su periódico.

Creo que, más que sufrir por amistades "perdidas", debemos aprender que todo cambia y evoluciona, y no siempre hacia donde nosotros querríamos, y es cuestión de adaptarse.

No debo seguir echando de menos a mis grandes amigas de la facultad y llorando porque ya no las veo a diario, sino aprender a disfrutar de una amistad más calmada y pausada, que a pesar de la distancia se mantenga aunque no sepa nada de ellas en un mes.

Hoy me he reencontrado con dos de los grandes protagonistas de mis años universitarios y aunque la melancolía me diga que nada es como antes ni nunca volverá a serlo, me alegro de poder mantener una conversación interesante con ellos, de contarles y que me cuenten, de recordar viejas aventuras...

Pero no sólo podemos alimentarnos de los recuerdos de esos cinco grandes años de carrera, debemos crear nuevos recuerdos y nuevas experiencias siempre que podamos. Los días 1 y 2 de diciembre será una buena oportunidad para ello.

Espero a que todos volváis con los brazos abiertos, Madrid os recibirá como os merecéis.

Gracias a todo el 5.3. de periodismo por hacer de mis años de carrera de los mejores de mi vida, y sobre todo a mis reinas.

Y, por cierto, una de las ventajas de nuestra profesión es que somos una piña, asique confío en reencontrarme con vosotros dentro de muchos años, en una rueda de prensa, trabajando en el mismo medio, en un viaje..., ya sabéis lo que os decía al final, arrieritos somos..., y en el camino nos encontraremos.