sábado, 30 de agosto de 2008

Menos da una piedra



El jueves fueron condenados a cadena perpetua los generales Antonio Bussi y Luciano Benjamín Menéndez, acusados por el secuestro, tortura y desaparición en 1976 del ex senador provincial Guillermo Vargas Aignasse, de signo peronista. Treinta y dos años después de que se produjeran miles de torturas y asesinatos en la dictadura militar argentina la justicia empieza a asomarse por la rivera del Río de la Plata y al menos dos de los puños de hierro que golpearon a cientos de jóvenes secuestrados han sido condenados. Está claro que no es suficiente, sobre todo teniendo en cuenta que Bussi, dada su avanzada edad (82 años) cumplirá la condena en su cómoda casa del campo, pero menos da una piedra no?

Este hombre que en el juicio lloraba intentando alcanzar la apariencia de pobre ancianito que da lástima -no coló- fue interventor y gobernador de Tucumán durante la dictadura y tras el regreso de la democracia -sí, fue reelegido en democracia, vergüenza tucumana-.



Menéndez, por su parte, fue hace poco condenado también a prisión perpetua por delitos de represión en la central provincia de Córdoba. El hombre por cuyo asesinato y tortura han sido condenados fue, entre otras cosas, torturado con picana eléctrica. Esta demoníaca máquina fue muy popular entre la policía y el ejército argentino y también de otras dictaduras en Latinoamérica, y consiste en dar golpes de corriente o descargas eléctricas sobre el cuerpo del detenido, sobre todo en las partes más delicadas (genitales, dientes, mucosas, pezones, etc.)


El hijo de puta de Bussi, que también participó en los llamados vuelos de la muerte -en los que drogaban a los detenidos y los arrojaban desde aviones al río, atados y dormidos para que sus cuerpos no aparecieran nunca- y otras lindezas de la dictadura, aún se atrevía en el juicio a decir que la figura del desaparecido fue "un arbitrio psicológico creado por los guerrilleros para encubrir sus muertes en combate". Según él los detenidos, que eran apresados de forma arbitraria, -más o menos como ocurria con Franco, por ser sospechosos o caer mal al poli de turno al calabozo-, "no eran jóvenes idealistas, eran mercenarios, traidores a la patria, delincuentes y terroristas subversivos".

Este personaje incalificable encabezó la V Brigada de Infantería entre diciembre de 1975 y 1977, y a partir del golpe de Estado ejerció la intervención militar de Tucumán, período durante el cual desaparecieron o fueron asesinadas centenares de personas. No entiendo cómo puede tener el morro, el tío, de ponerse a llorar lastimosamente enfrente de las familias a quienes arrebató parte de la vida, de los hijos cuyo padre torturó, de las mujeres a las que dejó viudas...
Las cifras oficiales hablan de 18.000 personas desaparecidas en la dictadura, argentina, aunque organismos de derechos humanos elevan la cantidad a 30.000. Son muchos nombres propios, muchas personas -la mayoría jóvenes-, muchas historias truncadas, muchas familias desesperadas... Sistemáticamente la dictadura se dedicó a eliminar todo elemento que representase un riesgo subversivo, y eso era un concepto demasiado amplio para estas retorcidas mentes militares... Y el daño que hizo va más allá de los asesinatos y torturas de la época y las secuelas que hayan quedado en supervivientes y familiares de desaparecidos, pues hay todavía muchos jóvenes que han sido criados por "padres" cercanos a lo militares y en realidad son hijos de desaparecidos. Y no lo saben.

En fin, en Argentina, por lo menos, se está empezando, tímidamente a hacer algo con esa bola incontrolable que son las huellas de la dictadura y algunos que de los que participaron en la matanza y hasta ahora se paseaban tranquilamente por sus escenarios puede que empiecen a temer que les pillen. Está bien que, al menos, sientan un uno por ciento del miedo que ellos provocaron en los detenidos indefensos, metidos en oscuras celdas durante días, torturados e interrogados hasta la locura, asesinados a sangre fría, arrojados al río como basura inservible, humillados, aterrorizados, pero no olvidados. Es sorprendente la presencia de toda esta gente en la sociedad argentina, gracias a la actividad de las asociaciones de familiares de desaparecidos -sobre todo Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo-, pero también en pintadas en las calles, en multitud de actos sobre la memoria histórica, en discursos políticos y, sobre todo, en los labios de los habitantes de Buenos Aires.

Aquí, al contrario que en España, se muestran las heridas de la dictadura, se dejan al aire para que puedan cicatrizar (en vez de esconderlas bajo las vendas y que se pongan cada vez más feas como han hecho los españoles), se recuerdan a diario y se continúan denunciando treinta años después. Por eso hace un par de meses un bebé "apropiado" denunció a los padres que la habían criado hasta sus 30 años por colaborar con la dictadura y apoderarse del bebé de una asesinada (ella era el bebé) y hoy estos dos hombres están condenados a cadena perpetua. Algo es algo, pero queda mucho más por hacer, aunque sea imposible reparar completamente el daño que hicieron aquí los militares, un poco de agua oxigenada empapa las calles de la ciudad y las heridas respiran un poco más aliviadas.

lunes, 25 de agosto de 2008

Un buen finde



Qué gusto despertarse con una llamada de teléfono: "Buenos días, voy para tu casa, llevo el desayuno, prepara el café". Qué gusto que se alargue hasta la hora de comer y aún así nos espere la plaza Dorrego a pleno sol.



Qué gusto reencontrarse con nuevos amigos y hacer cena de domingo "en familia". Qué gusto hacer una fiesta en casa y que mi cocina se llene de terroristas gastronómcos dispuestos a cebar a todos los invitados.


Qué rica una fondue de chocolate a altas horas de la madrugada, entre copa y copa, entre baile y baile. Qué gusto compartir con israelíes, estadounidenses, colombianos, alemanes, franceses y argentinos como si en el mundo las nacionalidades no importaran. Aquí la comida, el vino y la buena onda funcionan mejor que las fuerzas pacificadoras de la ONU. Qué bueno saber que, precisamente, entre Estados Unidos y Defensa está mi triángulo en el que me siento segura y querida.

Qué gusto aprender magia de una gran maestro que nos deja a todos con la boca abierta. Qué gusto hablar con la única pieza que nos falta en este puzzle y morirnos de la risa juntas a diez mil kilómetros de distancia.


Qué gusto saber que todo esto se volverá a repetir.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Ischigualasto, el lugar donde duerme la luna.


A pesar de dormir uno sólo de cuatro días en una cama, de hacerme en total unas cincuenta horas de autobús en esos cuatro días y de tener que ducharme sólo dos de ellos, y encima en una baño sin plato de ducha y en una estación de autobús, éste ha sido un grandísimo fin de semana. Sobre todo porque me he reencontrado, por fin, con Bea, una de esas a las que tanto echo de menos aquí, y además por hacerlo en un marco... incomparable? no, topicazos fuera, un marco que no me esperaba y me ha sorprendido mucho y para bien.

Ha sido en las provincias de Mendoza y San Juan -oeste argentino-, concretamente en el desierto del Talampaya y en el llamado Valle de la Luna (Ischigualasto).


Este valle, que tuvimos la suerte de ver tanto por la mañana como por la noche, es efectivamente un paisaje lunar -si es que alguien sabe cómo es la luna- gracias a las capas de sedimentos que durante millones de años se han ido acumulando unas sobre otras, con predominio del color gris sobre todos los demás pero acompañado de enormes paredes rojas dignas, por lo menos, de marte. En este lugar estuvimos compañadas por un guía con voz de pito que se empeñaba en que nos imaginaramos a los dinosaurios paseando y nos animaba, literalmente, a compartir con él el "placer de saborear los sedimentos de millones de años", una forma muy poética de suavizar el hecho de que todo, incluida tu boca, esté llena de un polvo tan fino que aún ahora después de una larga ducha en casa no consigo quitarme de encima.


El Valle de la Luna me gustó de día pero por la noche fue un auténtico espectáculo del que, además, pudimos disfrutar andando en vez de en la camioneta de guiris con reggeton a todo trapo que nos llevaba por la mañana



Dicen los autóctonos que éste es el lugar donde todas las mañanas se acuesta la luna para descansar y dejar trabajar a Lorenzo, y me lo creo. La noche del domingo Catalina se puso espléndida, henchida de orgullo como para iluminar bien y enseñarnos su camita. Durante un par de horas -las horas de las brujas de hecho- recorrimos el parque sin necesidad de linternas ni faroles porque había luz suficiente casi para leer. Ibamos todos medio hipnotizados y no sabíamos muy bien si mirar la preciosa luna, estudiar las constelaciones del hemisferio austral o ver las mismas extrañas formaciones rocosas de por la mañana con esa luz plateada que hacía que parecieran fantasmas de fantasía. Yo, particularmente, me ocupaba además -como una niña pequeña con zapatos nuevos- de sacar todo el partido a mi flamante cámara de fotos nueva y hacer fotos de noche en las que pareciera casi de día.



Retrocediendo en el tiempo, entre la mañana y la noche en el Valle de la Luna pasamos la tarde en el Parque Nacional del Talampaya, otro regalo de la naturaleza que no me esperaba que me impresionara tanto. Es una especie de Cañón del Colorado, pero colorado de verdad, que recorrimos por dentro y con un color tan intenso que ni siquiera mi flamante cámara de fotos nueva fue capaz de captar.



También formado con miles y finísimas capas de sedimentos de años y años y años y años..., el Talampaya tiene unas paredes altísimas que parecen cortadas a cuchillo, de una arena arcillosa, rojiza, que atrapa la vista y embota la mente de tan bonito que es recortado contra el cielo azulísimo de los Andes. Esta vez el guía ni tenía voz de pito ni era tan poético como el de la mañana pero sí más aventurero, y nos llevó por dentro de las formaciones que parecía que éramos auténticas exploradoras del corazón del mundo mundial -por lo rojo más que nada-.




Podeis ver más fotos en el álbum web de Picasa -y también las de Iguazú-.

viernes, 8 de agosto de 2008

8/08/08







No llegan a ocho las veces que he ido al Ocho y Medio en Madrid
Hace poco aprendí a hacer el baile del ocho
Me he tragado muchos más de ocho capítulos del Chavo del ocho
También me he leído un libro llamado El ocho
Unas ocho veces me habrá acordado de cuánto le gustaba a Gus la bola de billar del ocho
A las ocho me levantaba todos los días el año pasado
Ocho elefantes, se balanceaban..
La calle Ocho es la más célebre de Miami.
80 años cumplía Fidel cuando estuve en Cuba.
Ocho chakras tiene mi cuerpo como tres pelos mi barba.
Hace ocho años las torres gemelas seguían en pie y yo en el instituto.
Este año celebramos en su ciudad natal el 80 aniversario del nacimiento del Che.
Ocho entradas tuvo mi último post (interpretado demasiado trágicamente por la mayoría, por cierto).
Ocho cubiertos tenemos en el Piso Dinámico, hay que compartir si viene más gente.

El 8 del 8 del 2008 nada pasará más allá de la inauguración de las Olimpiadas y de que, un viernes más, más de ochomil jóvenes saldrán de fiesta a buscar nuevas casualidades en el fondo de su ron de 8 euros.
Tampoco pasó nada del otro mundo el 5-5-05 ni el temido 6-6-06... Pero he heredado la afición por las casualidades numéricas.
FELIZ 8 DEL 8 DEL 2008, Y FELICES TODOS LOS DÍAS QUE LE SIGUEN.

viernes, 1 de agosto de 2008

A partir de ahora cuesta abajo


A punto de despedir -por última y definitiva vez- a mis padres, a volver a bajar sus maletas hasta el empedrado de San Telmo y quedarme como una tonta mirando el taxi que se va con la mirada empañada; a punto de despedir, también, a una de mis dos "madres" de Buenos Aires, la que me ha acompañado desde que llegué, mi asistente sentimental y anímica, mi mejor compañera de Emiliano y de viaje, de Limonero, de cañas en la Plaza Dorrego... A punto de decirle adiós a la protagonista, junto a Pilar, la otra madre que se me fue allá por mayo, de noches de risas, de bailes, de paseos, la que compartió con nosotras el descubimiento de esta ciudad inabarcable, la que siempre tenía algún plan que proponerme o siempre se apuntaba al que propusiera yo... La eterna tercera inquilina del piso dinámico...

A punto de despedirlos a los tres y de quedarme huérfana aquí, y pasados pocos días del ecuador de mi aventura argentina, siento que he culminado el cerro que comenzé a subir en enero y que ahora la pendiente, poco a poco, se irá inclinando delante mío y la cuesta abajo, camino a casa, será más corta que la cuesta arriba. No es cuesta arriba porque haya sido mala pero sí complicada. Demasiado junto, un país distinto, una vida nueva, una independización, nuevos amigos, nueva familia, nuevo trabajo, calor en invierno, frío en verano, unos que se van, otros que vienen... Y yo en medio intentando báncarmela como mejor podía. Emocionalmente agotador... Ahora me paro en la cima, como un escalador triunfante se pasa y observa el monte que ha conquistado, y veo todo lo que he aprendido y cuánto he cambiado en los últimos seis meses. Y veo, además, que aún no ha terminado la hazaña y aún falta bajar de la montaña, esfuerzo no menos peligroso que es como cuando uno termina de cocinar un gran banquete pero todavía falta limpiar la cocina. Delante mío se extienden otros cinco meses que serán distintos de los que dejo atrás, por la gente, por mi ánimo, por el clima, porque Buenos Aires no es la misma hoy que mañana.




En fin a partir de agosto tengo la sensación de que todo irá más rápido, como precipitándose por esa cuesta abajo que encaro este fin de semana y dándose cada vez más prisa por llegar a las Navidades. Tampoco quiero embalarme y que se me pase como un rayo, pero algo me dice que la casi inminente visita de mis mejores amigos y mi hermana y después la llegada de la primavera me harán distraerme del reloj y su dicatdo y, cuando quiera darme cuenta, casi se estará terminando el camino. Espero no perder el equilibrio, mi objetivo en esta nueva etapa del camino es disfrutar del paisaje. Sin prisa, pero sin pausa. Al final del camino me esperáis todos vosotros.