miércoles, 26 de noviembre de 2008

Teatro de los ciegos

Todos sabíamos que ibamos a "ver" una obra de teatro que transcurría completamente a oscuras menos Rossetti, que se ansió con la falta de luz y al darse cuenta de que no sería capaz de ver nada hasta volver a salir a la calle casi le da algo y quiso salir, aunque luego aguantó como un campeón.
Lo que no sabíamos ninguno era que realmente nos ibamos a sentir dentro del teatro, más que si estuvieramos viendo una obra tradicional. Esto del teatro hecho por (y para) ciegos consiste básicamente en trasladar al público a través de sonidos, olores y sensaciones allá donde normalmente lo traslada el decorado sobre el escenario.
En una oscuridad absoluta contra la que no se podía luchar los que estábamos allí estuvimos en realida en una oficina con olor a café recién hecho y ruido de máquinas de escribir; estuvimos en una tormenta en el mar luchando contra un tiburón mientras nos mojaba la lluvia; estuvimos en una apacible playa caribeña disfrutando de la brisa marítima y en una selva oriental al salir de un fumadero de opio. Todos esos lugares y las historias que nos llevaron a ellos los vivimos más intensamente que en ningún otro teatro porque al apagarse el sentido de la vista el resto de los sentidos se ponen en alerta y la percepción es mucho más intensa.

Cuando encendieron las luces, no podíamos creer que no estuviera allí la oficina, ni la playa, ni la selva ni la laguna ni la barquita en que habíamos naufragado, tan sólo había siete personas discretamente vestidas de negro que saludaban sonrientes, satisfechos de la sorpresa que todos nos habíamos llevado.

Asique si alguna vez tropezais con una obra de teatro para ciegos es altamente recomendable, una experiencia que te hace recordar que en este mundo gobernado por las pantallas digitales hay otros cuatro sentidos más allá de nuestra vista que nos pueden aportar mucha más información sobre lo que nos rodea, y seguramente menos engañosa que la vista. Desde entonces he descubierto qué buen ejercicio es hacer algunas cosas con los ojos cerrados prestando atención al resto de las señales, probadlo (con prudencia, no al cruzar la calle) y vereis.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Santa Fe

Pues a pesar de lo mal que me lo habian pintado Santa Fe no es nada feo, de hecho es una ciudad muy agradable y en la casa de Bea, donde me han acogido muy amablemente, se vive ,muy agusto, hasta me traen el desayuno a la cama. El viernes nada mas llegar pude disfrutar de una enoorme fiesta con cerca de cien personas y aunque el sabado nos llovio ayer domingo nos dio tiempo a ver toda la ciudad. Hoy nos toca Parana y vuelta a Baires... aunque he de confesar que me da perezilla dejar esta ciudad playra y a los habitantes de esta mansion.

Disculpen las tildes inexistentes pero escribo desde un teclado frances...

PD: Dama de Rosa, creo que me debes un desvelo de identidad... no se me ha olvidado

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Tu no estabas allí


¿Qué pasa cuando alguien vive o siente algo que sabe que nunca podrá explicar? Como la gente que sufrió en los campos de concentración, por mucho que nos lo cuenten nadie podrá empatizar con sensaciones tan desconocidas para el común de los mortales. Como quien descubrió otros paises, tumbas olvidadas, nuevas especies animales, medicinas milagrosas... Como una mujer cuando da a luz y la visitan sus amigas sin hijos. Qué pena saber que esa emoción tan grande no podrá ser compartida con quienes nos quieren. Porque cuando uno vuelve de un viaje (no hace falta salir de casa, aunque ayuda), por mucho que lo cuente, enseñe el video o las fotos, los que lo reciben no saben cómo se ha sentido y no podrán comprenderle. Como esas anécdotas que nos provocan carcajadas y al que se lo cuentas ni media sonrisa (lo típico de "si lo hubieras visto te haría más gracia"). Como yo cuando le contaba a todo el mundo lo increible que fue mi viaje de Ecuador y realmente sólo me comprendían quienes vinieron conmigo. Como los cinco días en Caños de Meca que nos cambiaron a Laura, a Ana y a mí y que las demás no llegaron a comprender.

¿Cuántas veces hemos escuchado a los participantes en hechos históricos el famoso "el que no lo vivió no sabe lo que fue"? Y es verdad.


Me ha recordado esta noche una italiana muy especial que el ser humano vive para compartir, es social por naturaleza y disfruta en la empatía. Y he pensado yo que ahora entiendo a la gente que al volver de un largo viaje sólo cuenta que "muy bien". ¿Y qué tal? cuéntanos!". "Pues nada bien, muy bonito todo, he conocido a mucha gente...". Y yo pensaba antes, pero qué sosos, anda que no tendrán cosas que contar... Pero ahora entiendo que su mirada perdida no significaba ni mucho menos que su experiencia careciera de interés, si no que no encontraban las palabras que pudieran definirla o ni siquiera les apetecía. Debe dar pereza empezar a contar algo que se sabe que no se recibirá como uno pretende desde el principio, como si te pones a contarle un cuento a un chino, pues va a ser que no.


Esto es algo completamente natural y normal, lo sé, pero es bastante nuevo para mí que me he movido siempre en un grupo más o menos reducido de familia y amigos, un grupo que este año ha sido ajeno a mí y que el año que viene me tendrá que escuchar con santa paciencia contando tooodo lo que he experimentado aquí pensando que qué pesada soy y que no es para tanto.


Por eso cuando uno se reencuentra con quienes fueron compañeros de viaje se emociona tanto hablando de aquello y, en cierta forma, vuelve a estar allí. Por eso nos aburrimos tanto cuando estamos con un grupo ajeno que habla de sus correrías si no hemos estado presentes, aunque ellos lo cuenten emocionados. Como las típicas reuniones de viejos amigos en las que los correspondientes novios o novias se mueren del asco escuchando batallitas mientras su pareja no para de hablar y reir.


En realidad, no sé a vosotros, pero a mí me gusta que se me cuenten las cosas que uno considera importantes, que aunque yo no pueda comprender ciertas sensaciones quienes las sienten quieran compartirlas conmigo y acercarme un poco a ellas. En realidad es lindo hacer partícipe a los demás, algo así como cuando mi amigo ciego me preguntaba como era un árbol. Yo sabía que nunca podría verlo y yo no podía hacer que lo viera, pero estaba bien llevarle hasta uno, hacer que lo tocase, y explicarle la forma de las ramas y las hojas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

Sólo he pasado aquí tres días y ni siquiera completos pero ya tengo la sensación de llevar toda una vida. Cubrir (periodísticamente hablando) un festival de cine era algo nuevo para mí el jueves y ahora ya una experiencia vivida, con buen balance.

Veamos, mis últimos tres días han consistido básicamente en ir al cine, no está mal no? Aunque confieso que cinco películas en un día acaba resultando agotador..., sobre todo si después tienes que engancharte a la pantalla del ordenador a editar un vídeo o escribir una crónica, tengo los ojos que me hacen chirivitas!!! Al final uno acaba mezclando conceptos y empareja al protagonista de la primera peli de la mañana con la protagonista del drama de la tarde y se acaba creyendo que el asesino de la cinta del mediodía era el secundario de la de por la noche...

Aquí en Mar del Plata (ciudad costera unos 40o kilómetros al sur de Buenos Aires) he tenido además la oportunidad de ver a Tommy Lee Jones y hablar con Eduardo Blanco (de nombre no pero de cara seguro que le conocéis, el actor argentino que siempre sale en las pelis de Campanella con Ricardo Darín); de conocer más sobre las vidas de Borges y de Diego Rivera, de pisar la playa descalza por primera vez en un año y de visitar las instalaciones de la final de la Copa Davis, entre otras cosas.

También me he aburrido sola prácticamente todo el día de peli en peli (después de estar viviendo con 15 personas se hace muy raro pasar muchas horas sola) y he dado alguna cabezadita en las butacas, lo confieso, pero eso es sólo anecdótico.

El Festival de Cine de Mar del Plata no está mal para conocerlo pero supongo que si los grandes festivales siguen el esquema debe ser mucho mejor: proyección de películas y cortos a todas horas, encuentros con actores y directores, clases magistrales, debates, charlas... Me apunto cuando haga falta a trabajar así, aunque haya que echar todo el día. Sean bienvenidos, festivales.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Nuevo rumbo

¿La noche en que cambió -un poquito- el rumbo? Esperemos que sí, que la de ayer quede como la noche en que el primer negro ganó la presidencia del imperio del siglo XX (y XXI?) y la noche en que comenzó una nueva era, de la mano de una crisis que abatió definitivamente al capitalismo. Jajaja.., vale, me he pasado...

Pues esa noche histórica yo la viví en un noviembre atorrante de Buenos Aires, colgada de un ordenador que rodeabamos todos los de mi casa cuando escapábamos de una enérgica discusión sobre democracia sí o no y sistemas políticos y corruptos, pendientes de los estados que se coloreaban de rojo o azul.
No todo el mundo fue capaz de aguantar hasta las cinco de la mañana que habló el presidente electo, pero los pocos que quedamos lo celebramos con una botella de vino especial que estaba reservada para grandes ocasiones.

Un proceso personal de elecciones se debatía en mi mente en paralelo a los resultados que iban cayendo como las gotas de lluvia cuando empieza a chispear, y quiso la suerte que mi nueva visión mísitca del mundo relacionara el cambio en Estados Unidos con un cambio interior del que no sé si habrá vuelta atrás.

Quizá lo de Obama fue sólo una buena excusa que encontré para justificarme a mí misma que el camino es el correcto, quizá Obama no sea otro más del montón que promete mucho y luego no cambia nada, quizá cuando nos demos cuenta de eso yo caiga en que el camino que he escogido no fue el correcto.

Pero hay que arriesgar, tengo esperanzas en un pequeño cambio en el mundo de la mano de este mulato con cara simpática, tengo esperanzas y apuesto por mí y mis aciertos y equivocaciones en el camino de la vida.

Se adivinaba ya el alba en Buenos Aires cuando gran parte del mundo despertaba en el primer día de esta nueva era global y personal, y cuando nos despedíamos cantando el "sí es posible" de mis compañeros americanos de piso. Dicen que ayer, por primera vez en su vida, cantaron con orgullo el himno de su país. Yo me acosté también orgullosa de este nuevo rumbo pero temerosa de sus consecuencias. El tiempo dirá, es extraño que ahora mi destino esté ligado al de un país que hasta ayer prácticamente odiaba...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Así se vive en una comuna hippie

Siempre había querido vivir en una comuna hippie y esto se parece bastante... Siempre hay alguien en la casa dispuesto a sentarse un rato a perder el tiempo, uno nunca sabe cómo puede terminar la noche y el día se pasa entre músicas mezcladas, cafés y vinos compartidos, del salón a la terraza y vuelta. Por eso no actualizo el blog..., mucho trabajo y en casa pocas ganas de ponerme delante del ordenador... Ahora nos ha dado por salir por las noches al parque que tenemos justo enfrente con la guitarra a ensayar el Hit de la casa, "Gato Crudo". Y allí, en el parque, nos encontramos el otro día a nuestra nueva mascota, Telmo (o Crudo, según a quién preguntes).





Tengo particular predilección por mi vecino de habitación, Jose, que cada vez que puede me despierta con un suculento desayuno preparado en la terraza..., gracias Joseeee!!!


Y encima vivimos en una casa de lujo, con todas las comodidades necesarias para una vida hippie en condiciones:


La cocina es una gran cocina... el horno tiene varios niveles de intensidad, o se quema o la comida o no se cocina, eso si has conseguido encenderlo y mantenerlo cerrado, porque la puerta es caprichosa y se cae atacando al que pase por su lado. En esta casa uno potencia su creatividad sobre todo para reemplazar las cosas que faltan (abrir botellas sin sacacorchos, plancahr sin plancha, hacer funcionar una licuadora a base de trozos de cartón o comer 15 personas en 8 platos), o para buscar lugar en la única nevera que tenemos para 15 personas. El reloj del salón da la hora que a uno le apetezca porque está parado, asique los horarios aquí son caprichosos. El otro día eran las seis de la tarde y Edu desayunaba su mate mientras Silvana comía, yo me tomaba la merienda y las dos alemanas cenaban.

Además tenemos un circuito de aire acondicionado de lo más sofisticado, dos de las ventanas del salón no tienen cristal (una tiene una tela y la otra una bolsa de basura, muy fácil para regular el aire que queremos que entre). Siempre hace fresquito aquí dentro, algo muy de agradecer ya en esta estación del año.

Tenemos un agradable hilo musical que consiste en la mezcla de las melodías del gato del vecino que no para de maullar desesperado por las noches, las múltiples músicas de todo el mundo que salen de las habitaciones, el relajante sonido del agua cayendo en el salón (porque la bomba de agua está rota) y los estruendosos colectivos porteños pasando por la calle. El silencio aquí prácticamente no existe.

La decoración es exquisita, encima de la puerta del salón hay un guante roñoso que evita el enorme ruido que hace al cerrarse sola y la lámpara está hecha con cuerpos de muñecos , dulces angelitos que dan la bienvenida a este ambiente tétrico. Además ahora queda como recuerdo de una fiesta un dibujo del comecocos y sus fantasmitas en la puerta del salón.


Lo mejor de la casa son las luces, como de puticlub, son rojas, azules, verdes y amarillas, de modo que siempre hay aire festivo aquí pero poco foco para leer.


Pero en realidad todo esto no nos importa demasiado y gracias al buen humor nos echamos unas risas a costa de las imperfecciones domésticas. Así somos los hippies, buen rollo!!!