miércoles, 28 de enero de 2009

De allá p`acá

De Ezeiza a Barajas. Del tango al chotis. Del colectivo al búho. Del Subte al Metro. De Corrientes a la Gran Vía. De los helados de Freddo al chocolate de San Ginés. De la Casa Rosada a la Moncloa. De la Plaza de Mayo a la Puerta del Sol. De los lagos de Palermo al lago del Retiro. De la calle Callao a la Plaza de Callao. Del verano porteño con los niños bañándose en las fuentes al invierno madrileño con los ociosos fotografiando a la Cibeles nevada. De San Telmo a la Latina. De la Quilmes a la Mahou y de las empanadas a las croquetas. De una vida improvisada a los horarios de clase. De los pesos a los euros. Del pequeño Telmico a la Lía, que parece un tigre. De C5N a Telecinco y de León Giecco a Quique González. De la cancha de River al Bernabéu, de la Bombonera al Calderón y, como dice Sabina, de González Catán a Tirso de Molina. De boludo a gilipollas, de no coger nada a cogerlo todo.

En poco más de un mes que llevo aquí aterrizada he pasado de añorar Madrid a añorar Buenos Aires. Me he sentido re-contra feliz y amargamente triste en el mismo día sin poder controlarlo. Soñe durante muchos días después de llegar acá que estaba allá, igual que cuando dormía allá soñaba tantas veces con volver acá. Me he reeducado en la civilización y en la vida "normal" (aunque no estoy muy segura de querer) y he recuperado a esa parte de mí que dejé con todos vosotros. Lo bueno es que no he perdido la que me encontré en Argentina.

Así que -siento el retraso, no me atrevía a enfrentarme a esto desde el otro lado del charco-, vuelve un escribiendoenplata nuevo que a la vez es el antiguo. Ahora, en vez de hablar de Buenos Aires, procuraré contaros cosillas que pasen por Madrid o por donde vaya viajando (si es que la crisis me lo permite). Ahora que veo este ciudad con ojos de turista, ahora que Buenos Aires me ha enseñado a andar fijándome en las cornisas de los edificios y buscando en cada rincón unba obra de arte, estoy descubriendo nuevos-viejos lugares de Madrid. No necesitaba irme hasta allá para darme cuenta de que adoro Madrid pero, por lo visto, sí necesitaba a Buenos Aires para darme cuenta de que lo de acá es mucho más de lo que yo pensaba.