viernes, 24 de abril de 2009

La Noche de los Libros



No está del todo mal esto del márketing cultural que se ha montado la Comunidad de Madrid. Ahora se celebran por todo lo alto todas las "noches": la de los museos, la del teatro, la Noche en Blanco... Un parte considerable del presupuesto se va en hacer promoción y en apretar en una tarde cientos de actividades que mejor podrían estar repartidas en unos cuantos días para que diera tiempo a ver todo lo que nos interesa. Pero bueno, mejor esto que nada, la verdad que los programas suelen tener cosas bastante interesantes.

Hoy 23 de abril ha sido el Día del Libro y Madrid ha decidido celebrar la Noche de los Libros. La ciudad llevaba días tomada por los carteles negro y amarillo con una luna enorme que anunciaban que algo iba a pasar, y hoy ha estado tomada por lectores y escritores, rosas y, por supuesto, libros.

Yo, desgraciadamente, no tengo el don de la omnipresencia así que no puedo contaros todo lo que ha pasado, pero sí lo que yo he visto.

Mi maratoniana jornada literaria ha comenzado a las tres y media de la tarde en el jardín botánico esperando bajo un sol infernal. La Escuela de Escritores organizaba allí varios talleres literarios de tres cuartos de hora de duración y muy buena pinta (relato corto, poesía, literatura de viajes...). Yo me apunté a este último y bueno, 45 minutos no dan para mucho pero una clase a la sombra de los árboles del botánico en un día primaveral como el de ayer ya merece la pena.

De allí me he ido corriendo al Conde Duque a atender a otros menesteres (que no se correspondían con el Día del Libro) y de allá, otra vez corre que te corre, al Círculo de Bellas Artes. En este edificio imprescindible de Madrid me he dado el gustazo de ver a Javier Marías, uno de los articulistas que más admiro (escritor también, claro) e inmediatamente después a Juan Marsé, que ha sido galardonado esta mañana con el Premio Cervantes. Dos grandes en menos de una par de horas y en menos de veinte metros.

Luego, una conferencia más, de Vicente Verdú en este caso, aunque nos ha dejado con las ganas de cuales son los mejores libros de los últimos años que él ha leído (y de los que se supone que iba a hablar).

Tras tanta conferencia he intentado ir a la Casa del Libro a ver si me compraba alguno y, de paso, veía al coro de gospel de la Complutense, pero había tantísima gente allí que se me han quitado las ganas nada más asomarme a la puerta. Tampoco he tenido suerte con la performance de la Plaza de Santa Ana y cuando he llegado ya se había terminado.

A lo que sí he llegado puntual ha sido a la cita con el poeta Marcos Ana. Ya hablé aquí de él y conté cuanto me sorprendía su energía, y hoy ha vuelto a hacerlo. Con 88 años a las once de la noche allí estaba el tío recitando sus poemas en la calle del Príncipe junto a otro amigo suyo (de 91 primaveras) que ha conseguido hacerme llorar de lo bien que declamaba. Y cuando han terminado no os creáis que se han retirado rápidamente a descansar, se iban de cañas!! yo de mayor quiero ser como ellos.


Para cerrar la noche, en el Ateneo se hacían lecturas teatralizadas de cuentos de Allan Poe con Fele Martínez (mmh...), pero imposible entrar, por lo visto estaba lleno desde horas antes. Una pena... El año que viene habrá que organizarse mejor para perderse lo menos posible.

miércoles, 15 de abril de 2009

Me alegro de que de vez en cuando haya cosas que nos sigan sorprendiendo, de poner en marcha alguna vez eso de "ver para creer". La noticia que más me ha alucinado últimamente ha sido la de este tío que se tragó (presuntamente) una semilla de abeto y al cabo de los años ha descubierto que dentro de él esta creciendo un precioso arbolito. !Dentro de él! !Con raíces y todo! Cinco centímetros de abeto en el pulmón del chaval, que hace poco comenzó a sentir molestias al respirar. Pequeñas molestias..., ¿qué cara pondría cuando le dijeran que tenía dentro un abeto incipiente?. A mí creo que me daría la risa...

Pero lo más curioso de todo es cómo ha podido un árbol crecer dentro de un organismo humano, sin luz solar? El médico, que abrió al chaval de 28 años pensando que encontraría allí un tumor, dice que parpadeó un par de veces cuando se encontró con el mini-abeto y pensó que tenía visiones. No me extraña. Ver para creer.

Me abstengo de poner la foto porque resulta algo desagradable pero quien quiera puede verla aquí.

Más allá de que sea verdad o un simple montaje, a mí no deja de fascinarme el cuerpo humano. A muchos pacientes se les han quedado dentro gasas de operaciones, instrumental quirúrgico o incluso el reloj del cirujano, y un cuerpo con objetos tan extraños como esos incrustado sigue funcionando con normalidad en muchos casos. Pero lo del árbol ya me parece lo más. No sólo vives con una rama dentro de tu pulmón si no que encima crece!!! vive y se desarrolla dentro de ti y gracias a ti, casi como un bebé! Si yo fuera este chaval ruso, replantaría el abeto en mi jardín con todo mi amor, y cuando fuera abuela podría decirle a mis nietos "éste abeto enorme nació dentro de mí".

En fin, cosas como esta hacen que nos demos cuenta de que aún no lo hemos visto todo.