martes, 7 de julio de 2009

Las caras de la otra crisis, la del 29



Ahora que la palabra crisis nos llena la boca (y la cabeza) a todos, no viene mal retrotraerse a otra gran crisis, la de 1929, y ver a sus protagonistas estadounidenses fotografiados por una de las fotógrafas con más nombre del siglo pasado, Dorothea Lange.





Gracias a Photoespaña 09, tenemos en Madrid "Los años decisivos", una exposición realmente interesante por la que pululan estos rostros desarraigados, tristísimos, resignados o luchadores, en cualquier caso siempre sombríos. Y no sólo porque todas las fotos son en blanco y negro, si no porque cómo va a haber luz en las expresiones de los pobres, los parados y desamparados que retrata con maestría la estadounidense.





Las 140 fotografías de la exposición fueron tomadas en los años 30 y 40, cuando fue invitada, junto con otros fotógrafos como Walker Evans, a participar en el proyecto de la Farm Security Administration, creado en el marco del New Deal para dar al pueblo americano una iconografía que le ayudase a comprender la gravedad de la crisis por la que atravesaba. Lange recibió el encargo, hizo las maletas, se colgó la cámara al hombro y salió a recorrer el país en busca de los rostros de la depresión.


Su instinto la llevó hasta los agricultores y rancheros desplazados de una punta del país a otra; hasta los campos de internamiento creados retener a los japoneses que vivían en el país, tras el ataque a Pearl Harbour; hasta los pobres, los campesinos, las familias desestructuradas y los inmigrantes.
Madres con hijos a los que no pueden alimentar colgando de sus brazos, padres que dsalen a buscar trabajo y vuelven con las manos vacías, japoneses a los que han echado de sus casas por una guerra lejana, agricultores sin cosecha, personas sin ilusión. No es fácil plasmar tanto en una fotografía, pero Lange lo hizo.


Acongoja ver a esta gente y pensar en los meses que la fotógrafa pasó recorriendo la tierra "de la prosperidad" en su busca, y acongoja pensar también en la versión actual de todas estas personas. Lejanas en el tiempo y en el espacio, pero tan cercanas en la desgracia por culpa de un sistema capitalista que no se fija en quienes no tienen recursos. Aprte del peso social, las fotografías tienen un valor artístico que, desde luego, se merece una visita. Y encima es gratis, en la calle Zorrilla, hasta el 26 de julio.


jueves, 2 de julio de 2009

Tetro

Por fin he podido ver Tetro, esa película cuya primera presentación pude presenciar el año pasado en Buenos Aires. Dijo en su día Coppola, el director, que sería un film muy personal que retrataría metafóricamente la historia de su familia. Si realmente ha sido así, vaya familia..., me compadezco del creador del Padrino.
Tetro es un hombre atormentado que vive en una película atormentada y se dedica a atormentar a quienes le rodean (Maribel Verdú, su novia, sobre todo). Vive en blanco y negro (que poco acostumbrados estamos a ver el cine en bicolor) y en la ciudad de Buenos Aires, concretamente en La Boca, el barrio de los inmigrantes. Se desenvuelve entre el humo de sus cigarros, la torpeza de sus muletas y los planos imposibles y la iluminación estrambótica que Coppola ha decidido imprimir a su vida. Una vida rara, un poco acongojante, pero que a mí en realidad me gustó.
Me gustó Tetro por lo novedoso (quizá no es novedoso si no solamente poco convencional este cine, plásticamente hablando) del lenguaje, porque había más luz de lo que esperaba en la película, porque los protagonistas trabajan bastante bien y porque las historias truculentas en la gran pantalla siempre enganchan. Pero me gustó, sobre todo, por volver a Buenos Aires. Aunque se vea muy poco de la ciudad (realmente poco). Aunque se hable muy poquito en argentino. Me dio igual, pude reconocer un par de calles por las que yo pasé prácticamente todos los días durante el año pasado; pude reconocer el ritual del mate que acá he olvidado pero que allá seguía con fervor casi religioso; pude recordar el bar Británico, donde Tetro pregunta qué haría si se pudiera regalar una palabra, y donde yo desayuné amargamente tras nuestra gran fiesta de despedida, allá por diciembre... También la Colifata, radio LTD22, y los loquitos que conocí allá y que también son personajes de la película de Coppola.
Pude recordar el empedrado de las calles, el ruido de los colectivos trotando por él, la suciedad de las calles y los grafittis que las adornan. Estuve de vuelta un rato por allá, paseando con Tetro, recordando un Buenos Aires en blanco y negro. Así que, gracias Francis.