lunes, 17 de septiembre de 2012

Curiosidades isandesas


Está bien ver lugares distintos a los que uno habita porque esto ayuda a valorar más las cosas buenas que se tienen en casa y a ser consciente de lo que se puede mejorar.

Yo ya sabía que Reijkiavik sería distinto a mi Madrid natal y aunque mi llegada aquí no fue muy feliz, hay algunas cosas bastante curiosas que hacen esta ciudad divertida o al menos entretenida. Para uno o dos días, tampoco hay que exagerar.

Los islandeses, como su propio nombre indica (aunque no venga de “isla” ellos viven aislados), son muy suyos. Más europeos que otra cosa, no abandonan su pasado vikingo y se esfuerzan por reforzar una extraña identidad que para el extranjero es atractiva por lo peculiar.

Tienen sus cosillas, como todos. Por ejemplo, en su gran afición por las piscinas termales (cuyo agua ardiendo obtienen directamente del subsuelo y es la misma que calienta sus casas) le obligan a uno a ducharse desnudo antes de entrar a la piscina. Completamente desnudo, no vale hacerlo en bikini o bañador, y hay unos guardianes que vigilan que nadie cometa el sacrilegio de entrar en una piscina sin haber se frotado antes todos los recovecos antes su cuerpo serrano. Es bastante humillante, sinceramente.

En estos lugares de agua a 44 grados centígrados (difícil de soportar hasta para mí que adoro el agua muy caliente) huele realmente raro. También en las cocinas y baños de las casas, porque el agua islandesa viene del subsuelo, como ya he dicho, y es rica en sulfatos que le dan un potente olor a… pedo. No encuentro otro ejemplo mejor para que podáis haceros una idea. Ah bueno, quizá el olor de los huevos podridos se acerca bastante a este también.

En Reijkiavik (que es enano) hay más de 100 piscinas, muchas de ellas al aire libre, y hacen las delicias de los habitantes de esta ciudad que se pasan la tarde charlando en remojo. Tienen, creo, hasta una playa de agua caliente a las afueras de la ciudad. Lo que no sé es si para usarla habrá que ducharse desnudo antes.

Otra cosa que llama la atención en Reijkiavik son las franquicias que todos estamos más que acostumbrados a consumir. Por su ausencia. Islandia debe ser de los pocos países del mundo en el que no existen ni el McDonals, ni KFC, ni Starbucks, ni Zara, ni nada parecido. Sólo marcas locales. Eso sí, tienen yonkilatas de Coca-Cola…

Otra cosa que no hay por aquí son árboles. Lo más cercano a vegetación que tienen son explanadas de hierba. Un país sin árboles de ningún tipo no puede ser, desde luego, un país normal. Quizá por ese motivo, o viceversa, hace tantísimo viento en Reijkiavik. Dicen que aquí nadie tiene paraguas porque llueve en horizontal. Doy fe, ha sido inútil cargar con el mío desde España…

Los islandeses son taaan civilizados y confiados que ni siquiera cierran sus casas con llave. (Sé de más de uno que no pódría soportar sólo en pensarlo). Aquí el índice de delincuencia es mínimo y en realidad lo poco que hay es por culpa de los extranjeros. Así que la policía ni siquiera lleva pistola encima... Uno de sus cometidos principales es peinar las calles de la capital en las gélidas noches de los fines de semana recogiendo a los borrachos. Digo recogiendo, y digo bien, porque no se les detiene ni multa (aquí es legal beber en la calle). Los agentes se limitan a llevarles al calabozo para que duerman la mona allí y no mueran de frío en la calle.

Es extraña la tendencia que tienen estos islandeses al bebercio (hay un índice tremendamente alto de alcoholismo) teniendo en cuenta que aquí el alcohol es realmente caro y difícil de conseguir. Para comprarlo no basta con acercarse al súper, hay que encontrar una tienda especializada o con licencia, una licorería, vaya.

Ahora que lo pienso quizá es por esto de su afición al alcohol que la mayoría de los islandeses (niños y adultos) sigue creyendo en las hadas y los duenes. En serio.