sábado, 30 de agosto de 2008
Menos da una piedra
lunes, 25 de agosto de 2008
Un buen finde
miércoles, 20 de agosto de 2008
Ischigualasto, el lugar donde duerme la luna.
A pesar de dormir uno sólo de cuatro días en una cama, de hacerme en total unas cincuenta horas de autobús en esos cuatro días y de tener que ducharme sólo dos de ellos, y encima en una baño sin plato de ducha y en una estación de autobús, éste ha sido un grandísimo fin de semana. Sobre todo porque me he reencontrado, por fin, con Bea, una de esas a las que tanto echo de menos aquí, y además por hacerlo en un marco... incomparable? no, topicazos fuera, un marco que no me esperaba y me ha sorprendido mucho y para bien.
Ha sido en las provincias de Mendoza y San Juan -oeste argentino-, concretamente en el desierto del Talampaya y en el llamado Valle de la Luna (Ischigualasto).
Este valle, que tuvimos la suerte de ver tanto por la mañana como por la noche, es efectivamente un paisaje lunar -si es que alguien sabe cómo es la luna- gracias a las capas de sedimentos que durante millones de años se han ido acumulando unas sobre otras, con predominio del color gris sobre todos los demás pero acompañado de enormes paredes rojas dignas, por lo menos, de marte. En este lugar estuvimos compañadas por un guía con voz de pito que se empeñaba en que nos imaginaramos a los dinosaurios paseando y nos animaba, literalmente, a compartir con él el "placer de saborear los sedimentos de millones de años", una forma muy poética de suavizar el hecho de que todo, incluida tu boca, esté llena de un polvo tan fino que aún ahora después de una larga ducha en casa no consigo quitarme de encima.
Dicen los autóctonos que éste es el lugar donde todas las mañanas se acuesta la luna para descansar y dejar trabajar a Lorenzo, y me lo creo. La noche del domingo Catalina se puso espléndida, henchida de orgullo como para iluminar bien y enseñarnos su camita. Durante un par de horas -las horas de las brujas de hecho- recorrimos el parque sin necesidad de linternas ni faroles porque había luz suficiente casi para leer. Ibamos todos medio hipnotizados y no sabíamos muy bien si mirar la preciosa luna, estudiar las constelaciones del hemisferio austral o ver las mismas extrañas formaciones rocosas de por la mañana con esa luz plateada que hacía que parecieran fantasmas de fantasía. Yo, particularmente, me ocupaba además -como una niña pequeña con zapatos nuevos- de sacar todo el partido a mi flamante cámara de fotos nueva y hacer fotos de noche en las que pareciera casi de día.
Retrocediendo en el tiempo, entre la mañana y la noche en el Valle de la Luna pasamos la tarde en el Parque Nacional del Talampaya, otro regalo de la naturaleza que no me esperaba que me impresionara tanto. Es una especie de Cañón del Colorado, pero colorado de verdad, que recorrimos por dentro y con un color tan intenso que ni siquiera mi flamante cámara de fotos nueva fue capaz de captar.
Podeis ver más fotos en el álbum web de Picasa -y también las de Iguazú-.
viernes, 8 de agosto de 2008
8/08/08
También me he leído un libro llamado El ocho
Unas ocho veces me habrá acordado de cuánto le gustaba a Gus la bola de billar del ocho
A las ocho me levantaba todos los días el año pasado
Ocho elefantes, se balanceaban..
Ocho chakras tiene mi cuerpo como tres pelos mi barba.
Ocho cubiertos tenemos en el Piso Dinámico, hay que compartir si viene más gente.
El 8 del 8 del 2008 nada pasará más allá de la inauguración de las Olimpiadas y de que, un viernes más, más de ochomil jóvenes saldrán de fiesta a buscar nuevas casualidades en el fondo de su ron de 8 euros.
viernes, 1 de agosto de 2008
A partir de ahora cuesta abajo

A punto de despedir -por última y definitiva vez- a mis padres, a volver a bajar sus maletas hasta el empedrado de San Telmo y quedarme como una tonta mirando el taxi que se va con la mirada empañada; a punto de despedir, también, a una de mis dos "madres" de Buenos Aires, la que me ha acompañado desde que llegué, mi asistente sentimental y anímica, mi mejor compañera de Emiliano y de viaje, de Limonero, de cañas en la Plaza Dorrego... A punto de decirle adiós a la protagonista, junto a Pilar, la otra madre que se me fue allá por mayo, de noches de risas, de bailes, de paseos, la que compartió con nosotras el descubimiento de esta ciudad inabarcable, la que siempre tenía algún plan que proponerme o siempre se apuntaba al que propusiera yo... La eterna tercera inquilina del piso dinámico...
A punto de despedirlos a los tres y de quedarme huérfana aquí, y pasados pocos días del ecuador de mi aventura argentina, siento que he culminado el cerro que comenzé a subir en enero y que ahora la pendiente, poco a poco, se irá inclinando delante mío y la cuesta abajo, camino a casa, será más corta que la cuesta arriba. No es cuesta arriba porque haya sido mala pero sí complicada. Demasiado junto, un país distinto, una vida nueva, una independización, nuevos amigos, nueva familia, nuevo trabajo, calor en invierno, frío en verano, unos que se van, otros que vienen... Y yo en medio intentando báncarmela como mejor podía. Emocionalmente agotador... Ahora me paro en la cima, como un escalador triunfante se pasa y observa el monte que ha conquistado, y veo todo lo que he aprendido y cuánto he cambiado en los últimos seis meses. Y veo, además, que aún no ha terminado la hazaña y aún falta bajar de la montaña, esfuerzo no menos peligroso que es como cuando uno termina de cocinar un gran banquete pero todavía falta limpiar la cocina. Delante mío se extienden otros cinco meses que serán distintos de los que dejo atrás, por la gente, por mi ánimo, por el clima, porque Buenos Aires no es la misma hoy que mañana.

En fin a partir de agosto tengo la sensación de que todo irá más rápido, como precipitándose por esa cuesta abajo que encaro este fin de semana y dándose cada vez más prisa por llegar a las Navidades. Tampoco quiero embalarme y que se me pase como un rayo, pero algo me dice que la casi inminente visita de mis mejores amigos y mi hermana y después la llegada de la primavera me harán distraerme del reloj y su dicatdo y, cuando quiera darme cuenta, casi se estará terminando el camino. Espero no perder el equilibrio, mi objetivo en esta nueva etapa del camino es disfrutar del paisaje. Sin prisa, pero sin pausa. Al final del camino me esperáis todos vosotros.