No os
vayáis a creer que tengo fijación ahora con todo lo argentino, pero me vienen dadas. Quizá sea posible, eso sí, que ande ahora más atenta a los vientos que vienen de Buenos Aires a Madrid (o viceversa), a los puntos que comparten ambas ciudades, a los duendes que viven de día acá y duermen de noche allá. Porque no todos lo saben pero en realidad Madrid y Buenos Aires son la misma ciudad solo que reflejada en los dos hemisferios, como un espejo visto por delante y por detrás.
Por estas dos ciudades que son una pululan, además,
famas, esperanzas y cronopios. De las
esperanzas paso porque son un poco sosas, yo me declaro
fan de los
cronopios (de hecho no estoy segura de no ser yo
misma una
cronopita).
¿Que qué son? Los
cronopios son uno encantadores espíritus verdes, redonditos y húmedos, que revolotean felices por el mundo sin preocuparse por nada. Son ingenuos, idealistas, gamberros. desordenados, sensibles y un auténtico desastre, pero siempre tienen suerte y todo les suele salir bien. No preparan los viajes, sacan la pasta de dientes de cualquier manera y la lían parda hagan lo que hagan, pero se lo pasan pipa.

Son
criaturitas del escritor argentino Julio
Cortázar, que murió hace ahora 25 años y es uno de los escritores más divertidos y complicados que yo conozco. En su libro
"Historias de cronopios y de famas" (1978) habla de ellos:
"Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días."
"Un cronopio se encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz. La flor piensa: "Es como una flor".Se podría decir que están medio chalados, pero en realidad los
cronopios son seres creativos que se saltan las convenciones, todo lo contrario que los
famas, individuos pragmáticos, conformistas, adoradores del orden y lo políticamente correcto, que sólo saben escribir en papel rayado y que "
aprietan desde abajo el tubo de dentífrico". Son trabajadores y aplicados, se rigen por las normas y los horarios, preparan todo con
antelación y no dejan nada al azar.
Después de conocerlos ahora no puedo dejar de clasificar a quien me cruzo en una u otra "especie", aunque la mayoría son
esperanzas, criaturas sedentarias, ignorantes y aburridas que están un poco en medio entre los viva la vida de los
cronopios y las grises
famas.
Más allá del universo
cronopio,
Cortázar escribió libros tan gordos como
difíciles ("Rayuela") y cuentos
divertidísimos que de veras recomiendo. Como aquel en el que nos enseña a subir una escalera (
las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas), a tener miedo, a llorar, o a cantar, todos en el mismo volumen de "
Historia de Cronopios y de famas".
Ayer, en Madrid, (y por tanto en Buenos Aires, claro) se rindió homenaje a
Cortázar, con la participación incluso de mi querida
Cris (la
Kirchner), leyendo en la Casa de América este libro del que os hablo.
Yo, a este hombre que tenía una enfermedad por la que su cuerpo no envejecía, le rendí el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor, el que se goza entra sábanas, a la luz d

e una lámpara nocturna, a altas horas de la madrugada, en el silencio de la noche y de la soledad, saboreando las palabras, acariciando y jugueteando con las páginas de sus libros como si de un amante se tratara.
Y la próxima vez que vaya a París, pasaré por el cementerio de
Montparnasse y en la tumba de
Cortázar, el "
Cronopio mayor", dejaré, como es costumbre, una copa de vino y una hoja de papel o un billete de metro con una rayuela pintada.