Mi último post a la ciudad de Buenos Aires se lo voy a dedicar al parque que ha sido testigo de mis últimos meses. No es el más grande ni el más bonito de la ciudad, pero es nuestro parque y sin duda es mi preferido. Es el parque Lezama, la frontera entre tres barrios: San Telmo, La Boca y Barracas. De noche su árboles amarillos, verdes y rosas están iluminados con luces narajas y blancas de forma que es cuando se pone el sol cuando se nos viste de fiesta el parque.
En sus bancos y en su césped (pasto, aquí) he pasado horas y horas compartidas con vino, cerveza y helados, con malabaristas, circenses, teatreros, músicos y demás bohemios. Con mis compañeros de piso y amigos, con mi cámara de fotos... Lo he visto a todas las horas del día y me permito afirmar tajantemente que Lezama nunca duerme. Siempre hay alguien paseando al perro, haciendo deporte, paseando, practicando capoeira o simplemente pasando el tiempo.
Lo hemos adoptado como un miembro más de nuestra comunidad Lezama y como nuestro propio jardín. Cuando pasa la una de la madrugada y entramos en "horario de protección" a quienes tienen que madrugar en la casa, los crápulas vagos cruzamos la calle y nos tumbamos en "el piso" como si estuviéramos en el patio. Nos llevamos nuestras botellas, las sillas a veces, la batería casera y la guitarra y allí pasamos horas bajo árboles de colores.
La fauna que puebla el lugar es conocida ya, unos enanos que con doce años fuman, un polaco pesao que sieeempre viene a pedir tabaco, nuestro amigo "El Peluca", un cocinero que vive allí, a la intemperie, con sus cinco hijos...
Siempre hay además parejitas paseando su amor primaveral, viejecitos a los que el turismo y los precios han desbancado de la Plaza Dorrego, callejeros, padres que pasean a sus hijos, grupos de jóvenes que se reúnen con sus mates para superar las calurosas tardes de verano... La población va cambiando con las horas del día pero los estereotipos quedan. El análisis antropológico se lo debo a un compañero que además, pretende hacer un trabajo sobre el parque (habrña que verlo...).
Mi despedida de Buenos Aires será, por supeusto, en el parque. Empanadas y lágrimas para la última noche en esta ciudad que me ha cambiado.
PD: escuchar la Marimorena desde la piscina..., no tiene precio.
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