jueves, 2 de julio de 2009

Tetro

Por fin he podido ver Tetro, esa película cuya primera presentación pude presenciar el año pasado en Buenos Aires. Dijo en su día Coppola, el director, que sería un film muy personal que retrataría metafóricamente la historia de su familia. Si realmente ha sido así, vaya familia..., me compadezco del creador del Padrino.
Tetro es un hombre atormentado que vive en una película atormentada y se dedica a atormentar a quienes le rodean (Maribel Verdú, su novia, sobre todo). Vive en blanco y negro (que poco acostumbrados estamos a ver el cine en bicolor) y en la ciudad de Buenos Aires, concretamente en La Boca, el barrio de los inmigrantes. Se desenvuelve entre el humo de sus cigarros, la torpeza de sus muletas y los planos imposibles y la iluminación estrambótica que Coppola ha decidido imprimir a su vida. Una vida rara, un poco acongojante, pero que a mí en realidad me gustó.
Me gustó Tetro por lo novedoso (quizá no es novedoso si no solamente poco convencional este cine, plásticamente hablando) del lenguaje, porque había más luz de lo que esperaba en la película, porque los protagonistas trabajan bastante bien y porque las historias truculentas en la gran pantalla siempre enganchan. Pero me gustó, sobre todo, por volver a Buenos Aires. Aunque se vea muy poco de la ciudad (realmente poco). Aunque se hable muy poquito en argentino. Me dio igual, pude reconocer un par de calles por las que yo pasé prácticamente todos los días durante el año pasado; pude reconocer el ritual del mate que acá he olvidado pero que allá seguía con fervor casi religioso; pude recordar el bar Británico, donde Tetro pregunta qué haría si se pudiera regalar una palabra, y donde yo desayuné amargamente tras nuestra gran fiesta de despedida, allá por diciembre... También la Colifata, radio LTD22, y los loquitos que conocí allá y que también son personajes de la película de Coppola.
Pude recordar el empedrado de las calles, el ruido de los colectivos trotando por él, la suciedad de las calles y los grafittis que las adornan. Estuve de vuelta un rato por allá, paseando con Tetro, recordando un Buenos Aires en blanco y negro. Así que, gracias Francis.

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