martes, 1 de febrero de 2011

Lo que nos dan las ciudades

Este es el "pequeño" homenaje que un tal.Lucas ha decidido hacer a la ciudad de Barcelona. Se iba de allí, y como le daba pena, pues se le ha ocurrido hacerle un regalo. 
Y es que, ciertamente, las ciudades nos dan muchas cosas. Casi como las personas, pueden mimarnos y ciudarnos, o maltratarnos y hacernos sufrir. Pueden darnos lugares estupendos en los que disfrutar, parques preciosos, paseos muy entretenidos, barrios divertidos, con encanto. En realidad creo que todas las ciudades tienen uno de estos barrios que tanto me gustan a mi. Callejuelas de adoquines, cafeterías que rebosan luz natural y amabilidad, tiendas de curiosidades, baretos con música en directo, gente interesante dejándose ver... La Latina de Madrid es el Marais de Paris, el Trastevere de Roma, el Candem de Londres, la zona del Penny`s en Dublín, el San Telmo de Buenos Aires, el barrio Gótico de Barcelona...

Pero a ver, que me desvío. Yo me refería más bien a lo que te dan las ciudades cuando vives en ellas. Te dan calor, te dan amigos, te dan, sobre todo, recuerdos. Para mi ya nunca más ese banco de Sevilla (metro de Madrid, no ciudad) será el mismo. Cada vez que pase por allí me acordare de esa tarde de fotos. Tampoco volverá a ser lo mismo nunca el Beni, aunque ya no exista ese bar. Tantos viernes allí han convertido aquel sucio rincón en un escenario de mis tardes de juventud. El número 833 de la calle Defensa de Buenos Aires, por ejemplo, tampoco será nunca un simple portal, aunque vaya de turista por allí. Bueno, qué tontería, no creo que pueda sentirme una turista en Buenos Aires...

En fin, que las ciudades que vivimos y recorremos las vamos marcando mentalmente, vamos apuntando cicatrices sobre los mapas imaginarios, vamos echando lugares y experiencias a la mochila y ya nunca los podremos sacar de allí. Y hay que agradecerlas que nos acojan en su seno y nos dejen hacer, recorrer, parar, mirar, descubrir y vivir en ellas. Que nos pongan al alcance de la mano tantas opciones que son inabarcables, para que escojamos la que más nos apetezca: quedarnos tirados sobre el césped del Retiro tomando el sol, bajar al rastro, recorrer la Gran Vía, ir a un concierto, a una terraza, a una exposición, al cine, de tiendas, a visitar a la abuela... Son una alfombra mullida a la que cada cual se acopla como quiere.



Por eso mi Madrid nunca será el tuyo ni el suyo, aunque compartamos mucho de él; por eso puede haber un "nuestro Madrid", diferente al mío que también es mío... Por eso siempre es mejor visitar las ciudades con alguien que viva en ellas, porque los secretos se desdoblan (algunos) y podemos leerlos con facilidad, los pliegues del mapa se alisan para que pasemos, las aceras nos dan la bienvenida.

Las ciudades están para vivirlas, no para sufrirlas, y aunque los políticos se empeñen en quitarnos los bancos y las fuentes, hay que reivindicar la calle. Cada uno la suya, que es la de todos. Y hacerles un regalo a las ciudades, por cierto, es hacéreselo a sus habitantes. Porque, ¿qué sería de las calles si estuvieran vacías?

Todos los que recorremos el mapa formamos parte de él.

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