lunes, 29 de septiembre de 2008

El final..., del viaje..., llegó...

Por esta vez me he librado de bajar maletas al empedrado santelmero de la calle Defensa en busca de un taxi que se lleve a mis visitantes al aeropuerto y los saque otra vez de mi vida cotidiana, pero no me he librado de la pena ni de las lágrimas a pesar de que no me quedo sola.





Tras casi un mes de vuelta con Ana y Alberto, en el que también he convivido con Bea y Cris (aunque ellas están, cada una a su manera, a un nivel distinto), otra vez les pierdo de vista y me toca rehacerme sin su presencia y acordarme de quién soy sin que ellos se ocupen de eso.
Porque aunque no nos demos cuenta no es lo mismo estar que estar con la gente que te conoce y te quiere bien, porque con su llegada he recuperado abrazos y miradas cómplices, un sentido del humor que quizá sólo a nosotros nos haga gracia, santa paciencia para soportarnos los unos a los otros tanto tiempo y santas ganas de estar todo el día haciendo cosas juntos. La sensación de saber que no me hace falta hablar porque sólo con miraros ya sabemos lo que estamos pensando. Será eso que llaman amistad...




Ya les he enseñado casi todos los lugares en los que, cada vez que iba, pensaba: "cuando vengan estos..." y junto a ellos he conocido un poco más de Argentina. Dos viajes, Salta y Península Valdés, dos pandillas diferentes pero nosotros tres juntos, dos experiencias inolvidables junto a vosotros, dos lugares en los que he sido muy feliz.


Gracias, Ana, gracias, Alber, por haceros amigos el uno del otro, para mi eso es un regalo. Y por veniros hasta aquí a verme, a pasar mi cumpleaños conmigo, por vuestros otros regalos, por sacarme de esta ciudad loca que absorbe un poco, por

reiros de mí conmigo y de Pampa sin mí, por compartir un pedazo de esta ¿nueva? vida que llevo aquí, por seguir queriéndome a pesar de calar el coche en medio de la autopista y a pesar de mis zapatillas, por hacerme reir taaantooo..., por esa noche sobre la playa, bajo las estrellas y frente a las ballenas, por todas las noches, por convertiros en unos auténticos socers, de los buenos, por el desayuno de hoy, tres docenas de medias lunas para despediros en condiciones, por ser como sois y formar parte de mi vida, tanto que esta mañana he llegado llorando al trabajo de la pena que me ha dado despedirme de vosotros.






Más y mejor... Costa Rica 2009.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Península Valdés, el lugar donde nacen las ballenas

En Península Valdés, además de paisajes preciosos y aguas turquesas, uno puede disfrutar de animales de los que no se ven todos los días, de hecho la mayoría de nosotros los veíamos por primera vez: ballenas, lobos y eefantes marinos, pingüinos a montones, armadillos y guanacos han sido estos días nuestros acompañantes a través de un nirvana con la naturaleza aderezado con el cielo más estrellado que yo he visto nunca y el sonido de las ballenas de fondo en el mar.


La ballena que viene aquí para criar a sus ballenitas es la ballena franca austral, y las hemos visto a escasos metros de nosotros sin separarse de sus ballenatos, nadando alrededor de nuestro barco, y la hemos escuchado -bueno, sólo Alberto y yo- aleteando por la noche haciendo tanto ruido que no sabíamos si serían las ballenas cerca de la playa o las fiestas del pueblo de al lado. Lo que veis sobre su cabeza son callosidades naturales que se les forman, sobre todo, por los picotazos de gaviota, uno do los mayores peligros que afecta a esta especie de ballenas.

En las playas que rodean la península se pueden encontrar además lobos y elefantes marinos, que básicamente se dedican a tomar el sol, reproducirse y de vez en cuando dar de comer a sus crías, una vida bastante placentera la verdad al menos en esta época del año. Allí nos quedábamos los nueve embobados mirando a estas bestias que pesan toneladas y tardaban más de un minuto en movilizar su grasiento cuerpo para darse la vuelta, y a las tiernísimas crías dando grititos para que su madre las diera un poco de leche, una monada!!






Y un poco más allá de ballenas, lobos y elefantes marinos, miles de pingüinos magallánicos que llegan desde Brasil para aparearse (con la misma pareja de toda la vida) y tener a sus crías en este lugar donde estábamos a unos veinte grados y por donde paseaban ovejas al lado de los pájaros bobos. Son cachondísimos estos bichos, andan bamboleándose de un lado a otro y cuando te acercas te analizan girando la cara casi 180 grados sobre su cuello, que parece que te están preguntando algo. Pero ojo, que el pico es muy duro y hace daño, yo me salvé por los pelos de un mordisco cuando estaba tocando a uno y vimos una pelea entre dos en la que uno salió bastante mal parado, ensangrentado y con media ala-aleta rota el pobre... Para completar el marco, las orcas rondando en una playa paradisíaca digna del Caribe.



















Y ¿qué más podría pedirle a este viaje? Buena compañía. Pues de eso no ha faltado, tenía conmigo a Ana y Alberto, a Cris, a mi querida sister y a sus amigos, que también son los míos, Elisa, Andrea, Fernando y Roberto, un grupo hetereogéneo que ha congeniado a las mil maravillas y ha dado pie a muchas, muchas risas. Sólo nos faltaba la pobre Bea..., en Santa Fe estudiando, pero estabas presente Bicha!!








miércoles, 17 de septiembre de 2008

Salta y Jujuy





Nunca había visto montañas de colores, con vetas moradas, amarillas, ocres, rojas, blancas, con capas en medio de la roca que parece que han sido pegadas con Loctite, hasta la semana pasada, que me subí con Bea, Ana y Alberto -recién llegados de Madrid- a pasar unos días al norte de Argentina, en el lugar donde el cielo es de un azul intensísimo, las carreteras tienen más curvas que metros y el paisaje más colores que montañas y colinas.

En la provincia de Salta visitamos la linda ciudad capital homónima (y nos empachamos con sus empanadas) y nos hicimos el recorrido del Tren de las Nubes, un ferrocarril que fue construido a principios del siglo pasado para transportar mercancías y pasajeros de Argentina a Chile a través de los Andes.

El recorrido del tren alcanza los 4.200 metros de altura, un record para los cuatro, que nos hinchamos a mascar hojas de coca para evitar el "apunamiento" o mal de altura, aunque Ana y Alberto no consiguieron librarse y al final del recorrido, en San Antonio de los Cobres, se pusieron malísimos. También llegamos hasta el viaducto de la Polvorilla y desde allí despedimos al tren, que ya no llega hasta Chile y es sólo para turistas.






Continuamos nuestro breve road trip hasta las Salinas Grandes, en la frontera entre las provincias de Salta y Jujuy, una enorme mina de sal que aún está explotada y que ofrece un vasto paisaje de piscinas de sal, suelo blanco y cielo azulísimo bastante impresionante.









Más allá de las Salinas, ya en Jujuy, recorrimos los pueblos de la Quebrada de Humauaca: Purmamarca y su Cerro de los Siete Colores, Tilcara, Iruya y, obviamente, Humauaca (sí el del carnavalito humauaqueño de la canción), pueblitos perdidos de la mano de nadie, de casas de adobe y calles de tierra, con una altura máxima de un piso, y habitantes de tez oscura, ojos rasgados y mirada huidiza. Gente que vive en medio de las montañas y, como nuestra amiga Ceferina, tiene que andar un par de horas para llegar a un teléfono, que viven de criar llamas y ovejas, que se protegen del potente sol de la quebrada con sombreros de fieltro y que han aprendido que si alguien les hace una foto tienen que pedir dinero a cambio, el derecho a la imagen ha llegado antes que el derecho al agua corriente a estos sitios...




Más fotos aquí.


domingo, 7 de septiembre de 2008

El primero de muchos




Hoy cumple un año escribiendoenplata y cuando empecé estaba segura de que podría contaros cosas interesantes de Argentina. Creo que, al menos algunas sí os he contado, y espero que os hayan servido para conocer un poco más esta tierra que me ha adoptado y, quizá, para conocerme un poco más a mí misma. También ha sido una buena herramienta para descargar mis rabias, compartir experiencias con quienes estáis lejos, participar en la "guerra de los comentarios" con mi gemela transoceánica... Más de una vez trabajando me he sorprendido a mí misma pensando en cómo contar algo aquí en vez de pensar en cómo escribir la noticia...ups!


Hoy repaso todo lo que he puesto aquí y me avergüenzo de algunas cosas -se me ve el plumero, jejeje, pero para eso está no?- y de otras me enorgullezco, pero me doy cuenta de que este diario digital está bien para quien quiera leerlo pero sobre todo está bien para mí, porque es un registro de lo que he visto y vivido, de lo que he pensado y he hecho en el último año, y es bastante distinto de mi diario personal asique, así como sin quererlo, tengo dos registros textuales de estos doce meses tan movidos, en los que me han pasado tantas cosas y en los que he cambiado tanto. Quizá uniendo este diario digital y el tradicional diario de papel en el que escribo cada noche llegue a tener algo de verdad sobre mi vida.., sólo quizá.


Aprovecho el primer aniversario de mi casita en internet para agradecer a mis más fieles lectores su lealtad, Garcis, Anita, Bea, Luri, Pilu, Jose, mamá, Sara, Andrea, Gonzis, Javi, Gerard, María -Montevideo-, Marta... Y sé que hay más pero como no dejáis comentarios..., hacedlo porfi y así el año que viene aparecerán vuestros nombres publicados en esta noble página. Esto no tendría tanta gracia si no lo leyerais todos los que de vez en cuando me dicen "sí, lo leí en tu blog..." no sabéis qué ilusión me hace! Sobre todo cuando me entero de que lo lee alguien que no me hubiera imaginado que lo haría, se han dado un par de casos que conste.

Y aprovecho también para pedirle a la misteriosa Dama de Rosa que, como regalo de cumple, desvele su identidad, que nos tienes en ascuas!!
Gracias a las inescrutables y utilísimas herramientas de internet esto fue escrito antes de salir de viaje pero ahora mismo estoy en Salta -norte de Argentina- disfrutando de los maravillosos paisajes que nos ofrece el Tren a las Nubes y de la impagable compañía de unos cuantos de mis mejores amigos, asique amenazo: pronto habrá nuevas fotos.

martes, 2 de septiembre de 2008

¿Dos por cuatro? TANGO

Antes de venir aquí la palabra "Argentina" hacía estallar en mi mente las ideas básicas que sugiere este país, (otra) dictadura militar , dulce de leche y tango. Y sí, hay mucho de las tres cosas aquí, no son los típicos estereotipos de los que no quedan rastros en la sociedad.

De las secuelas de la dictadura hablé ya la última vez (y otras) pero sí, Buenos Aires sabe a dulce de leche y suena a tango, una música que también es un baile y de la cual es imposible escapar en esta ciudad -sobre todo si vives en uno de los barrios más tangueros del mundo-.

El tango nació, se supone, cuando miles de inmigrantes europeos, sobre todo italianos, llegaron aquí huyendo de la pobreza y la guerra -aunque algún músico trastornado intentara convencerme un día de que en realidad "vino de África, cayó por Cuba y llegó a Buenos Aires". En el puerto de esta ciudad, en lo que ahora es la Boca, se reunían los desconocidos y exiliados alrededor de tabernas y prostíbulo para arrojar sus penas al Río de la Plata con ayuda del alcohol y la música. Y por aquel entonces el tango se bailaba sólo entre hombres, entre hombres duros y curtidos, con las manos cortadas de trabajar y la mente embotada por la tristeza. Y de allí salió una de las danzas más sensuales que he visto bailar, muuuucho más allá del reggetón con el que tanto se frotan hoy en día los jóvenes porteños.



De hecho la coreografía del "dos por cuatro" parte de una cosa tan simple y tan profunda como el abrazo entre un hombre y una mujer. Y el abrazo del tango no es un abrazo cualquiera. A partir de ahí las piernas comienzan a moverse al ritmo que marca el hombre -para eso estamos en un país machista- y la pareja se sumerge en un mundo de sensaciones. Y no es un decir, quienes bailan tango de veras lo sienten, por lo que he visto debe ser algo tan intenso como un viaje de LSD y, dicen, bailar tango con la persona amada es casi mejor que hacer el amor.


La del tango es una melodía triste, melancólica, dolorosa, que se mete dentro de uno y no quiere salir hasta absorver toda la energía del alma, pero es una muy bella melodía. Decía Enrique Santos Discépolo, uno de los mayores poetas tangueros de todos los tiempos, que el tango es "un pensamiento triste que se baila" y no encuentro mejor definición. He aprendido en estos meses a escuchar esta música, apreciarla y distinguirla y he aprendido también a amarla.



El bandoneón es el instrumento más

característico de las orquestas de tango.

Ésta toca justo debajo de mi casa cada domingo.


Las letras de esta múscia, que por ser demasiado popular y barriobajera fue prohibida en su día por las clases altas y la Iglesia Católica, lloran en lunfardo, el argot porteño, y hablan sobre todo de partidas y desamores insuperables, de corazones rotos, de desgarros sentimentales.

Uno de los mejores cantantes de tanta desgracia e icono argentino por derecho -junto a Maradona y Evita- fue Carlos Gardel, cuya imagen aparece en el rincón más inesperado de la Capital Federal y cuya voz, por cierto, ha sido declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad.

El baile rioplatense -porque no podemos quitarles a los uruguayos su mérito, son igual de tangueros que los argentinos-, se baila y escucha por todas partes en Buenos Aires, sobre todo en las milongas, que son reuniones en bares o en la calle donde los aficionados se juntas y abrazan para practicar y disfrutar del tango.

Pero además hay otra modalidad de tango, la llamada "tango escenario" en la que los ya muy profesionales se atreven con las acrobacias y adornan los pasos, una modalidad realmente espectacular y muy complicada que, por cierto, hace furor entre los japoneses. Ayer fue la final del Mundial de Tango de esta modalidad y aunque fui a trabajar disfruté como una enana de los bailes.