Tras casi un mes de vuelta con Ana y Alberto, en el que también he convivido con Bea y Cris (aunque ellas están, cada una a su manera, a un nivel distinto), otra vez les pierdo de vista y me toca rehacerme sin su presencia y acordarme de quién soy sin que ellos se ocupen de eso.
Porque aunque no nos demos cuenta no es lo mismo estar que estar con la gente que te conoce y te quiere bien, porque con su llegada he recuperado abrazos y miradas cómplices, un sentido del humor que quizá sólo a nosotros nos haga gracia, santa paciencia para soportarnos los unos a los otros tanto tiempo y santas ganas de estar todo el día haciendo cosas juntos. La sensación de saber que no me hace falta hablar porque sólo con miraros ya sabemos lo que estamos pensando. Será eso que llaman amistad...
Ya les he enseñado casi todos los lugares en los que, cada vez que iba, pensaba: "cuando vengan estos..." y junto a ellos he conocido un poco más de Argentina. Dos viajes, Salta y Península Valdés, dos pandillas diferentes pero nosotros tres juntos, dos experiencias inolvidables junto a vosotros, dos lugares en los que he sido muy feliz.
Gracias, Ana, gracias, Alber, por haceros amigos el uno del otro, para mi eso es un regalo. Y por veniros hasta aquí a verme, a pasar mi cumpleaños conmigo, por vuestros otros regalos, por sacarme de esta ciudad loca que absorbe un poco, por reiros de mí conmigo y de Pampa sin mí, por compartir un pedazo de esta ¿nueva? vida que llevo aquí, por seguir queriéndome a pesar de calar el coche en medio de la autopista y a pesar de mis zapatillas, por hacerme reir taaantooo..., por esa noche sobre la playa, bajo las estrellas y frente a las ballenas, por todas las noches, por convertiros en unos auténticos socers, de los buenos, por el desayuno de hoy, tres docenas de medias lunas para despediros en condiciones, por ser como sois y formar parte de mi vida, tanto que esta mañana he llegado llorando al trabajo de la pena que me ha dado despedirme de vosotros.
Más y mejor... Costa Rica 2009.