En realidad creo que mi afición a la lectura se fraguó antes de que aprendiera a juntar las letras, cuando mis padres me leían cuentos infantiles antes de acostarme -les abrasaba con Hansel y Gretel, por lo visto- , cuando mi padre se inventaba grandes y larguísimas aventuras para mí, o cuando escuchaba en cinta las andanzas del pobre gato Gobolino.
Después de los Bambalinos, cuando ya me leía yo solita los cuentos, llegaron Lumbánico el planeta cúbico y El verano de la sirena (cuánto bien ha hecho por la lectura el Barco de Vapor) libros que podía llegar a leer dos o tres veces seguidas de lo mucho que me gustaban. Según terminaba la última página, empezaba de nuevo con la primera. En serio.
Luego, Los dedos de Walt Disney, pude leerlo unas diez veces en un par de años y no me cansé de él, y toda la serie de Flanagan, mi verdadero héroe infantil, me ayudaron a coger la monotonía de no dormirme sin abrir un libro.
Y de pronto un verano descubrí la "literatura adulta" cuando mi padre me animó a leer La isla del tesoro. Me enganchó como muy pocos libros han conseguido engancharme y descubrí que también me gustaban los libros que no tenían tapas naranjas o rojas.
A partir de ahí, ha sido una auténtica aventura descubrir, uno tras otro, todos los libros que he leído, aunque, he de confesar, que con algunos no he podido y a pesar de mi insistencia he tenido que dejarlos a medias -Anna Karenina, te aseguro que lo intenté, pero no pude hacerme conigo-.
Pero con otros he tenido una auténtica historia de amor y he luchado con todas mis fuerzas contra el sueño por las noches para poder avanzar un par de páginas más. Como comentó ayer Bep, algunos de mis amigos, ojipláticos, se pensaban que estaba más borracha de lo que creían cuando llegábamos de marcha a la cama y me veían acomodarme entre las sábanas, dirigir la luz, y abrir el libro aunnque se me cerraran los ojos.
La verdad que soy una lectora desordenada y muy poco disciplinada, porque leo sólo por puro ocio sin intención, en principio, de enriquecerme más allá de la diversión. Pero cuando Margarita Garbisu, ah!, la mejor profesora que he tenido y tendré, tuvo la amabilidad de ordenar y contarme, de forma resumida pero muy efectiva, la historia de la literatura universal, me propuse ser una lectora seria. Elegir sólo literatura "de calidad", leer de forma ordenada por géneros, autores, épocas... Pero no he podido. Tampoco lo he intentado con demasiado empeño, la verdad... Aunque, eso sí, sigo firme en mi propuesta de leer -o al menos intentarlo- a lo largo de mi vida todos los volúmenes que ella apuntó con cariño en una larga lista dirigida a sus alumnos. La guardo como oro en paño, y espero poder hacer, dentro de muchos años, mi propia enumeración de "libros imprescindibles que hay que leer".
1 comentario:
¡No me lo creo!El otro día estuve pensando en esa lista, entre tanta "limpieza" de habitación no sé dónde está y me puse a pensar en alguien que pudiera dejármela...jajaj!!
Estoy contigo, amor, tu y yo ya hemos hablado miles de veces sobre la importancia de los libros. Sobre todo para nosostros, fatuos y volátiles periodistas, con conocimientos tan supreficiales...jijiji!!Además aprovecho y hago mi primera entrada en tu blog (que no será la última porque te leo). Mi próximo libro meta es el Ulises de Joyce, y el que tengo en la mesilla...taacháann...Los Tres Mosqueteros, de Dumas; es que me acabo de leer El Club Dumas, de Reverte, y me he quedado con el gustillo...ummm...A ver cuando nos vemos, nena.
A lot of muaakaass!!
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