miércoles, 10 de octubre de 2007

Teorizando sobre un futuro

Ya ha aterrizado en la realidad la fantasía de miles y miles de personas que no llegaron hasta el siglo XXI, el turismo espacial. Varios millonarios curiosos han tenido la oportunidad de invertir sus fortunas en algo más allá de mansiones y cochazos y se han atrevido a lanzarse al espacio. Esto era sólo ciencia-ficción para lo científicos de los siglos pasados, pero hoy ya casi no sorprende.
Es posible que algún día tampoco sorprendan las expediciones multitudinarias para colonizar otros planetas, cuando el nuestro agonize de verdad, cuando los recursos sólo den para unos pocos.
Teniendo en cuenta el acelerado ritmo de procreación humana actual y el aún más acelerado ritmo de consumo de recursos naturales, es lógico pensar que la situación en la Tierra, tal y como la conocemos, no va a durar mucho más.
Siempre he pensado que cuando el límite se acerque la naturaleza cruel de la humanidad combinada con el espíritu de supervivencia haga de nuestros tataranietos seres impasibles que no duden en exterminar a los más débiles para que unos pocos pudan mantenerse en pie con lo poco que la pobre Tierra les pueda oferecer.
Si se llega a hacer realidad eso que tanas veces hemos visto en el cine, poblaciones enteras que se desplazan a vivir a otros planetas, sobrecoge pensar en los primeros que lleguen. Porque resulta que, una vez que se hayan ido y su cuerpo haya asimiliado los cambios pertinentes, no podrán volver. Para empezar, gracias a la gravedad cero, los fluidos corporales, que normalmente se concentran en las zonas bajas, se repartirán por todo el cuerpo. Esto hará creer al cerebro que le sobra sangre y reducirá su producción, lo que causaría graves anemias. Además, los huesos perderían su calcio porque no necesitarían ser tan fuertes, y los músculos se atrofiarían porque el peso y la resistencia que soportan serían mucho menores. -No me lo invento, lo dicen los científicos de la Universidad de Nueva Jersey y los neurólogos de CSIC-.
El impacto de la ingravidez es tan demoledor que los bebés que nacieran de esos primeros colonos, la segunda generación, ya no podrían aprender a caminar en la Tierra ni readaptar sus organismos a la gravedad de la que vinieron sus padres, cuyos organismos tampoco soportarían la vuelta.
De forma que, imaginaos, una expedición que fuera a tantear un planeta posiblemente habitable. Para cuando se dieran cuenta de que la vida humana allí es imposible, no podrían regresar. Verían la Tierra, quizá, desde la nave que les hubiera trasladado hasta su nueva e inhabitable morada, recordarían los bosques, los océanos, las ciudades y las gentes que habrían abandonado y sabrían que nunca más se reencontrarían con ellos. Si consiguieran sobrevivir al medio más allá de los problemas creados por la ingravidez -y sin tener en cuenta la multitud de dificultades a las que podrían enfrentarse-, lo que allí viviría sólo unos años después, ya no serían seres humanos. Habría nacido otra especie o pseudoespecie tras dos o tres generaciones cuya corteza cerebral maduraría de forma totalmente distinta a la nuestra a causa de las nuevas condiciones ambientales.
También es verdad que cuando se inventó el ferrocarril los científicos estimaban que la máxima velocidad que el organismo humano podía soportar era de 48 km/h. Pero confiemos en todos los avances de las últimas décadas y fiémonos de lo que ahora nos dicen.
El más joven de esa primera expedición en sus últimos años de vida sería testigo, entonces, de cómo quienes continúan en la Tierra, humanos como los de antes, se desesperan por salir de allí mientras que sus nietos ya no son ni siquiera de su especie y de nada les suena un fenómeno que marcó la vida de sus antecesores y que descubrió un señor cuando una manzana cayó de un árbol.
Inquietante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema es q no esta tan lejano como pensamos y q incluso tú vas a ver muchos de los cambios q van a suceder en la Tierra, la duda es, voy a tener hijos xa q vean un mundo lleno de catastrofes, con ciudades inundadas, con los polos destruidos, con miles y miles de animales extinguidos... en fin a mi se me quietan las ganas.
Un besito

Anónimo dijo...

Bueno, me parece que tu visión es cuando menos aventurada; ni Bradbury optaría hoy mismo, a la vista de los "cambios futuristas" que no ha habido, por un próximo futuro como el que describes. Queda mucho planeta tierra a pesar del cambio climático para andar pensando, si no es especulanción, en colonias extraterrestres.
Lo realmente inquietante es lo que tenemos a nuestro alrededor. ¿Sabes de que especie es tu vecin@ de asiento en el metro, el cine, la cama, el sofá, pupitre...?

+Miguel Vinuesa+ dijo...

Jejeje, está bien eso de los extraterrestres. Pero hombre, si no han aprovechado para conquistarnos ya, se les está pasando el arroz. xD