No hacen falta millones de euros, grandes mansiones, coches, fama o admiradores. No hace falta un gran reconocimiento profesional, ni la envidia de los vecinos, ni una vida de película.
Basta un día soleado, un desayuno abundante, el color del otoño tiñiendo los árboles, un poco de música, una cama blandita y una buena compañía para ser feliz.
Si uno sabe apreciar los pequeños detalles que nos hacen sonreir vivirá más y mejor. Una cerveza con un amigo cuando uno está sediento de charla, un paseo en coche por un puerto de la sierra con una enorme luna naranja alumbrando, el fuego chisporroteando en la chimenea y un buen libro entre las manos, un edredón gordito y caluroso envolviéndonos - y saber que hoy tenemos una hora de regalo para hacer el bicho bola en la cama-, un rayo de sol acariciándote la cara en pleno invierno o la brisa del mar que nos libera momentáneamete del asfixiante calor de agosto...
Una buena noticia que nos encontremos en el periódico, coincidir con un viejo amigo por la calle y comprobar que sigue igual de bien, ver fuegos artificiales, una llamada telefónica inesperada, un mensaje cariñoso en el móvil que nos arranque una sonrisa...
Abrir la puerta de casa sabiendo que los tuyos te esperan con la cena preparada, cruzar una mirada cómplice con un desconocido en el metro, poder ver las estrellas a sólo media hora de Madrid, escuchar la voz de un riachuelo que baja alegre entre las piedras, ver publicado lo que escribí ayer, redescubrir una de tus canciones favortias de hace años...
Basta un día soleado, un desayuno abundante, el color del otoño tiñiendo los árboles, un poco de música, una cama blandita y una buena compañía para ser feliz.
Si uno sabe apreciar los pequeños detalles que nos hacen sonreir vivirá más y mejor. Una cerveza con un amigo cuando uno está sediento de charla, un paseo en coche por un puerto de la sierra con una enorme luna naranja alumbrando, el fuego chisporroteando en la chimenea y un buen libro entre las manos, un edredón gordito y caluroso envolviéndonos - y saber que hoy tenemos una hora de regalo para hacer el bicho bola en la cama-, un rayo de sol acariciándote la cara en pleno invierno o la brisa del mar que nos libera momentáneamete del asfixiante calor de agosto...
Una buena noticia que nos encontremos en el periódico, coincidir con un viejo amigo por la calle y comprobar que sigue igual de bien, ver fuegos artificiales, una llamada telefónica inesperada, un mensaje cariñoso en el móvil que nos arranque una sonrisa...
Abrir la puerta de casa sabiendo que los tuyos te esperan con la cena preparada, cruzar una mirada cómplice con un desconocido en el metro, poder ver las estrellas a sólo media hora de Madrid, escuchar la voz de un riachuelo que baja alegre entre las piedras, ver publicado lo que escribí ayer, redescubrir una de tus canciones favortias de hace años...
Reír hasta que te duela la tripa, dormirte mientras te hacen cosquillas en la espalda, ponerte tus vaqueros favoritos, pastas de nata, sábanas limpias en la cama, entrar en una papelería o en una panadería y atrapar su aroma, saltar como loca en un concierto, más sol ...
Llegar a Cibeles y que el búho te esté esperando -o mejor, que te lleven en coche de vuelta a casa-, el pelo recién lavado, saber que esta semana tiene un día de fiesta, que tu gato te despierte ronroneando en la noche para que le hagas mimos, reconocer la letra de un amigo lejano en un sobre en tu buzón, regalar algo que sabes que va a gustar, recibir un regalo sin que sea una fecha señalada, revisar las fotos de un viaje feliz...
Salir a dar una vuelta corta y regresar al día siguiente -las mejores juergas son las que no preparas-, poder pasear sin prisa por las calles de Madrid y seguir descubriendo nuevos rincones, enseñar luego esos rincones a la gente del sur, que pongan por la tele tu película preferida (aunque la tengas en vídeo), estrenar ropa, verse guap@, una ducha calentita cuando llegas a casa helado de frío, quitarse las botas y ponerse las zapatillas tras un día de esquí, el olor a hierba recién cortada, o el olor de los pueblos en otoño, un domingo más la sopa de mi abuela...
¿Más sugerencias para encontrar la tan perseguida felicidad en las pequeñas cosas que podemos apreciar de este mundo despiadado?
Cualquiera puede convertirse en el Nathanael de André Gide y descubrir por sí mismo los alimentos terrenales.
3 comentarios:
lo de las bragas limpias en viajes largos y cutres también tiene su punto.pregúntale a laura que aprendió bien la lección..
que al pinchar una canción mas de la mitad del local la cante a coro, pasear de la mano, saber que me levantare pronto si me da la gana, salir y conocer nuevos pueblos y poder compartirlo con alguien...
Son tantísimo detalles los que nos pueden hacer sentir bien que no hay que dejar que la vida vaya tan deprisa y dejar que pasen.
Hay q sobreponerse!jajaja. A mi me encanta descubrirme sonriendo por la calle xq me he acordado de algo gracioso, o de algo bonito o simplemente de algo q si hubiese pasado me hubiese hecho mucha gracia, como lo de tirar la bandeja en el comedor a q si bea?jajaja
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