martes, 1 de julio de 2008

Periodismo diplomático, periodismo de guerra

Luces, cámaras, acción!. Carguen, apunten, fuego! La presidenta argentina baja del avión y ya estamos todos preparados a pie de pista, las cámaras enfocadas, las grabadoras a punto, los bolígrafos despiertos. Lo mismo ocurre cuando lo hacen Chavez, Evo Morales, Bachelet...


Estos días me he dado cuenta de que esto de cubrir una cumbre, sobre todo si eres una agencia de noticias, es más o menos como ir a una guerra. Os cuento.

A primera hora de la mañana sale del hotel el equipo de EFE dispuesto a enfrentarse a grandes enemigos para culminar su misión informativa. Vamos cargados, como casi todos los periodistas, con las armas con las que atacaremos en esta guerra diplomática: cámaras de foto y vídeo, ordenadores portátiles, grabadoras, cuadernos y bolígrafos. Al llegar al lugar de la contienda -véase sala de prensa- lo primero que hay que hacer, como en toda batalla, es un reconocimiento de la zona y, acto seguido, marcar el terreno. Asique una vez elegido un lugar cercano a un monitor de TV y a unos altavoces, nos toca precintar nuestras seis mesas -y sus correspondientes ordenadores y sillas- con pegatinas de EFE. Que nadie ose entrar en territorio enemigo.

Ya instalados, urgentemente se celebra una reunión donde la estrategia, como en todo conflicto militar, es fundamental. El comandante o general, en este caso mi jefa, informa de la situación y horarios a los soldados rasos y reparte tareas para cubrir todos los frentes: tú al aeropuerto, tú al hoel donde se alojan los presidentes, tú a la plaza y luego a la manifesación... Con los objetivos del día fijos en la cabeza, tomamos posiciones.

Y hay que moverse con cuidado porque ya se sabe, en el amor y en la guerra todo vale, y un periodista detrás de una exclusiva no responde a razones. De hecho, las actitudes típicas de época de conflicto se dan con demasiada frecuencia en esto del periodismo, y si nos encierran a todos en una misma sala, peor.

Veamos: tráfico de influencias (te paso el audio de Evo Morales, pero necesito que me consigas la foto de Bachelet bajando del avión que vi a tu fotógrafo por allí...), corrupción de los mandos (he conseguido colarme en el prohibidísimo hotel donde se celebran las reuniones camelándome al jefe de seguridad), espionaje (anda, vete a ver qué hace la competencia, averigüa a qué hora y donde habla la Cris...).


Me ha vuelto a servir de mucho una enorme sonrisa y hacerme pasar por tonta, aparte de que el acento español aquí abre muchas puertas. Asique he conseguido "favores" del enemigo -de la policía, del ministerio de Exteriores- gracias a mi "no es que yo nunca había hecho nada de esto, no sé muy bien cómo funciona y donde puedo meterme y dónde no...". Aún así, me han registrado como cuatro o cinco veces al día, he pasado decenas de controles policiales, no he podido quitarme la credencial ni para ir al baño, he comistrajeado de pie un par de empanadas al día y he trabajado una media de doce horas por jornada.

He aprendido bastante, la verdad, pero he decidido que no soy carne de cumbre internacional.

2 comentarios:

MaríaT dijo...

Menudo estrés... Bueno anda, al menos siempre se aprende algo.
Ayer con Galeano fue de estrés pero de lujo.
Lunes y martes Bachelet. Más aburrido pero a curtirse toca!
Besos desde enfrente

Anónimo dijo...

Ehhh un poco de respeto con mi presidenta María, que es una de las mujeres más poderosas del planeta! jiji! Buen trabajo Alejandra, las cumbres y este tipo de cosas son estresantes pero se aprende mucho. Eso sí, lo ideal para la salud de los periodistas creo que es ir al ritmo de una cumbre por año... besos