jueves, 31 de enero de 2008

Flores pintadas sobre el infierno

Ayer conocí uno de los escenarios del horror que la estúpidez humana ha querido dar a la historia, uno de esos sitios donde sobrecoge intentar imaginar lo que pasó, cómo se sintieron las personas que pasaron por allí, donde nadie puede encontrar la respuesta lógica a porqué se hizo aquello. Era la primera vez que iba a algo parecido y aún sigo con la angustia agarrada al estómago y me da rabia no ser capaz de captar todo el significado del lugar, pero los mayores horrores en realidad son dífíciles de imaginas.


Lo que sigue lo escibí ayer, por eso está en presente.

Hoy la Asociación de Madres de la Plaza de Mayo ha pintado uno de los edificios de la ESMA de colores para la futura inauguración de un centro cultural en honor a la memoria de los desaparecidos.

La Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) fue una cárcel clandestina que durante la dictadura argentina funcionó como centro de detenciones y torturas.


Por allí pasaron 5.000 prisioneros, de los cuales sobrevivieron apenas 100, de las 30.000 personas que desaparecieron entre el 76 y el 83 en Argentina.

El edificio de los horrores fue el del casino de oficiales, donde lo peor de la represión era llevado a cabo por militares sin cerebro ni corazón.

En el sótano, o "sector 4", había salas para interrogatorios y falsificación de documentos, un comedor, un cuarto de herramientas, otro de torturas y una enfermería, donde se adormecía a los prisioneros para arrojarlos vivos al mar en los denominados "vuelos de la muerte".

Una de las imágenes que me impactaron de pequeña fue de una película que veía mi hermana en la que se contaba la historia de dos de estos detenidos, veintañeros, que tras ser torturados eran drogados y tirados al mar vivos, envueltos en sábanas y atados. Yo aún tenía confianza en la bondad natural del ser humano y poco sabía de historia... Flipé.

Los presos comunes que estaban presos en la ESMA, antes -o durante- de ser torturados o asesinados, dormían atados y encapuchados como sardinas en lata mientras una música altísima no dejaba de sonar durante las 24 horas del día como parte de la tortura. La capucha no se la podían quitan nunca, exceptuando cuando desepmeñaban trabajos de "esclavitud intelectual", como por ejemplo hacer traducciones. Sino, las 24 horas del día con la cabeza tapada.





"Es en este lugar donde se toma conciencia de que el mundo exterior ya no existe más. El prisionero no tiene nada que lo proteja y defienda. La soledad es total. Esa sensación es difícil de describir. Debe ser, sin embargo, lo más cercano al infierno",

dice una placa con el testimonio de una detenida en 1979.


Muchas de las mujeres que eran detenidas estaban embarazadas, y se las destinaba a un ala especial del edificio donde eran asesinadas igualmente después de parir. Los bebés, después, eran entregados a familias afines al régimen militar. Muchos de ellos nunca supieron que eran hijos de presos asesinados y vivieron -viven- pensando que eran hijos de personas que congeniaban con los asesinos de sus verdaderos padres.


Yo había oído habalr mucho de este lugar que he conocido hoy y ha sido inevitable pensar en las dependencias de la DGS en Sol durante la dictadura franquista o en las cárceles españolas en esa época. Sobre eso sí que sé un poco más y por eso me he sentido quizá más cercana a la gente que murió aquí, despreciada por causas políticas -o nisiquiera-, reducidas hasta lo infrahumano, humilladas, doloridas... Y lo peor esque sitios como este aún hay miles en el mundo.

Me ha impresionado la belleza del lugar, de grandes edificos rodeados de cudadísimos jardines en un día soleado en que las Madres habían llenado las calles de flores de colores. Me ha impresionado conocer a esas mujeres que desde el año 77 cada jueves sin faltar ni uno recorren la plaza de Mayo reivindicando la memoria, y que a pesar de su vejez, aún tenían hoy ganas de escribir los nombres de sus hijos en las paredes del edifio donde se entrenaban quienes los torturaban, y a escasos metros de las dependencias donde dejaron de ser personas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué pelotudas, esas minas. Perdoname, pero gente que se dio un beso con Chávez no merece la simpatía de los argentinos. Esta gente ha sufrido una tragedia, de acuerdo, pero eso no justifica la estupidez y la ignorancia en la que han educado a mis hijos acá. Si no querés entenderlo, lo comprendo. También vos no viviste lo que fue eso.

Anónimo dijo...

No hace falta vivir la injusticia, ni la falsedad humana, ni la maldad humana, ni las tragedias para entenderlas y solidarizarse con los que sufren, nunca con los que las han provocado.